27 de agosto de 1950; Cesare Pavese alquila una habitación en el Hotel Roma de Turín, lo que va a hacer es demasiado sórdido como para hacerlo en su propia casa situada en la misma ciudad. Realiza cuatro llamadas telefónicas a cuatro personas distintas, nadie responde. En un momento de la noche, escribe una nota que esconde en un libro y se toma veinte dosis de somníferos, que le hacen deslizarse lentamente hacia la muerte tan anhelada desde hace tanto tiempo. Pero… ¿Qué empujó a un escritor de éxito como Pavese al suicidio en la cima de su carrera?
Genio efímero
Genio de vida breve pero intensa, revolucionó la literatura italiana y trajo nuevos aires editando y traduciendo a gigantes comoSteinbeck, Faulkner o Hemingway. Sus amistades nos lo presentan como un hombre de gran sensibilidad e inteligencia a la par que poseedor de una tristeza inmensa, casi patológica. Nacido en el pueblo piamontés de Santo Stefano Belbo, a los 6 años recibe su primer golpe, la muerte de su padre. A partir de ahí todo son sinsabores en su biografía. En 1935 en plena Italia fascista, es desterrado y confinado en Calabria, por guardar unas cartas de una activista comunista llamada Tina, de la que se había enamorado perdidamente. Durante su confinamiento, lo único que le daba esperanzas y fuerza era su amor por Tina y la idea de que estaba cumpliendo condena por ella. A su vuelta a Turín, llega el desengaño, se entera por un amigo que Tina se ha casado pocos días antes, Pavese se desmaya en plena estación de tren. Es en esa época cuando comienza a rondar por su cabeza la idea del suicidio, que plasma una y otra vez en su diario pero sin llegar a consumar. Como si escribir sobre ello le salvara de llevarlo a cabo.
Paralelamente a todo esto, su carrera en la editorial Einaudi, donde coincidirá con Italo Calvino, Natalia Ginzburg y Elio Vittorini y sus obras literarias, comienzan a darle fama y prestigio, pero no parece saborear nada de esas glorias, incluso llegando a sentir “indiferencia y repugnancia” como escribió en su diario sobre la buena aceptación de sus poesías. Otro punto a destacar es que durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la mayoría de sus amigos se alistaron en la resistencia para luchar contra los nazis y los fascistas, él se refugió en el campo, aislado de todo y todos. Muchos de esos amigos murieron en combate y otros asesinados por los nazis, como fue el caso de su gran amigo Leone Ginzburg, torturado hasta la muerte por ser judío. Quizá el hecho de sentirse un cobarde por no haber participado activamente también le marcó profundamente.
Después de varios años de soledad, dedicados a su carrera literaria y al Partido Comunista Italiano, volvió a enamorarse, esta vez de una actriz norteamericana llamada Constance Dowling. Fue un amor fulgurante y efímero, ya que ella lo dejó de la noche de la mañana, para volver a su país. Ese fue el tiro de gracia que acabó con Pavese. A pesar de haber recibido un prestigioso premio días antes por una de sus novelas, Pavese ya estaba fuera de este mundo. Nunca le habían importado los logros ni los reconocimientos, su problema quizá fue que nunca pudo llenar esa soledad que arrastró toda su vida. Decide acabar con todo. En las últimas entradas de su diario crece la sensación de soledad: “¿Te asombra que los demás pasen a tu lado y no sepan, cuando tú pasas al lado de tantos y no sabes, no te interesa, cuál es su pena, su cáncer secreto?” o “Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada“ y la idea del suicidio se va reafirmando: “Los suicidios son homicidios tímidos” “Basta un poco de valor”. En su última entrada fechada nueve días antes del fatal desenlace concluye: “Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más”.
Triste final para un genio de las letras o quizá liberación, porque de sus escritos se deduce que era una persona con una sensibilidad extrema, aquejado de un malestar existencial que no le dejaba vivir, a Pavese le dolía vivir. «Todo el problema de la vida es éste: cómo romper la propia soledad, cómo comunicarse con otros» dijo en su diario. No hay más que decir.
Para terminar os dejó con uno de sus últimos poemas, dedicado precisamente a esa última mujer de la que se enamoró. Un poema escalofriante y bello, que a mí, me remueve profundamente.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.
– Cesare Pavese
“Verrà la morte e avrà i tuoi occhi” (1950).
2 comentarios en «Vendrá la muerte y tendrá tus ojos – Cesare Pavese»
Maravillosa información!! Solía romantizar este tipo de lamentos del alma. Ya no lo hago más. Me ha encantado. Conocía algo de su obra pero no su biografía. Gracias!
Hola Naiara! Muchas gracias por tu comentario.
Sí, a veces tendemos a idealizar estas conductas, pero realmente son muy destructivas. Lo cierto es que muchos artistas han acabado así, quizás la vida, la sociedad y la cultura y todo lo que les rodea les consumen rápidamente y aunque nos dejen obras maestras, es muy triste acabar así.