Cinco relatos que deberías leer

Después de una larga temporada sin publicar en el blog, debido sobre todo a la falta de tiempo y a algún que otro percance, retomo la actividad con un post breve pero muy interesante, a la vez que aprovecho para terminar alguna que otra entrada pendiente y también decirte que se avecinan sorpresas en la web.

Escribir un relato es bastante difícil, puesto que en un espacio muy corto tienes que contar una historia lo suficientemente buena e interesante para enganchar al lector. Hay muchos escritores y escritoras de relatos, pero muy pocos están en lo que yo llamo “El Olimpo de los cuentistas”. Ese lugar privilegiado donde moran escritores como Cortázar, Chéjov, Borges, Maupassant, Dinesen, Kafka, Carver, Hemingway, O’ Connor, Dahl, Poe y un puñado más. Estos escritores han dominado el arte del relato llevándolo a otro nivel y escribiendo auténticas obras maestras del género corto.

Alguno de ellos estará hoy en la lista que te presento, que como siempre, nace de una opinión personal, ya que en esto como en todo, no hay ninguna verdad absoluta. Comparto estos relatos porque me encantan y porque creo que son fascinantes y siento que tienen algo especial. De todos modos me encantaría que en la sección de comentarios, me dejarais una lista con vuestros relatos favoritos, ya que siempre estoy dispuesto a descubrir buenas historias.

Sin más preámbulos, aquí te dejo la lista, espero que los disfrutes si te animas a leerlos.

 

El hombre que pudo ser rey

Escrito por Rudyard Kipling en 1888, cuenta la historia de dos pícaros ex soldados británicos en la India que planean convertirse en reyes del remoto e inaccesible país de Kafiristán. Aventuras, acción, cultos ancestrales, tesoros escondidos… este relato lo tiene todo para hacer pasar un buen rato. La historia es tan buena que en 1975 John Houston rodó una versión cinematográfica que acabó por convertirse en película de culto, con Sean Connery, Michael Caine y Christopher Plummer en los papeles principales. Puedes leerlo aquí.

 

Un suceso en el puente de Owl Creek

Este relato escrito en 1890 es probablemente uno de los mejores de Ambrose Bierce, sino el mejor. Transcurre durante la Guerra civil norteamericana y cuenta la historia de un hombre al que van ahorcar en un puente. No puedo desvelar más detalles porque estropearía totalmente la trama, pero os aseguro que tiene un final brutal. Bierce era todo un maestro del cuento corto, además de ser un personaje bastante peculiar. En este Post hablé hace ya algún tiempo de su misteriosa desaparición. Puedes leer el relato aquí.

 

La última pregunta

Uno de los relatos más perfectos y que más me han hecho pensar. El argumento nace de una pregunta que dos borrachos realizan a una supercomputadora en el año 2061: ¿se puede revertir la entropía?. El ordenador la procesa y responde que no hay datos suficientes para una respuesta. A partir de ahí nos embarcamos en un viaje a través del espacio y el tiempo en el que ordenadores cada vez más avanzados y potentes intentan responder la pregunta, hasta desembocar en un desenlace totalmente inesperado. Toda una genialidad de Isaac Asimov, que concibió este cuento en 1956, mucho antes de que naciera internet y la tecnología de la que disponemos hoy y que en muy pocas páginas desarrolla conceptos evocadores a más no poder. Léelo aquí.

 

La noche boca arriba

Hoy la cosa va de finales sorprendentes. Este relato tiene un inicio de lo más banal: un hombre tiene un accidente de moto y acaba en un hospital. A partir de ahí la maestría de Cortázar hace que seamos incapaces de distinguir qué es realidad y qué es sueño o delirio. Todo es confusión, mientras avanzamos por derroteros oníricos y alucinados donde nada es lo que aparenta ser, en un cuento que también nos sorprende cuando llega el momento de la revelación. Fue publicado originalmente en la colección de relatos Final del juego de 1956. Puedes leerlo en este enlace.

 

Las ruinas circulares

El quinto de la lista es sin duda mi relato favorito de Jorge Luís Borges. Las ruinas circulares nos cuenta la historia de un hombre, un mago que decide soñar a otro hombre y transplantarlo a la realidad. Nos habla de las vicisitudes que tiene que pasar hasta que lo consigue. Es un relato narrado de manera magistral, lleno de alegorías y referencias, con un genial y devastador final. Borges lo escribió en 1940 y posteriormente lo incluyó en Ficciones (1944). Puedes leerlo en este link.

 

 

 

Carolina Grau – Carlos Fuentes


¿Quién o qué es Carolina Grau? Esta es la pregunta que me he hecho al acabar esta breve colección de relatos fantásticos del mexicano Carlos Fuentes.
Relatos entretejidos de manera sutil por este personaje que vaga por ellos como fantasma, pensamiento, protagonista, recuerdo, obsesión… Se podría decir que es un recurso usado por el autor para conectar las historias, pero en el fondo es algo más, es un símbolo. Símbolo de las dos constantes que se repiten a lo largo de la obra: La sensación de encierro y la búsqueda de la libertad. Y es ahí donde la figura evanescente de Carolina Grau actúa de catalizador, ya que ella representa el movimiento perpetuo y la libertad. No está atada a ningún plano espacio temporal, puesto que lo mismo es una bióloga mexicana o una amante furtiva en Sevilla, como se aparece en un pueblito de la Marche en Italia o acoge a un desertor de las tropas de Hernán Cortés en las selvas de México. Pero su recuerdo o presencia de alguna manera también contribuye al encierro de los personajes, así que se podría decir que es un ser paradójico, una especie de daimón.

«El carcelero tiene su carcelero y éste al suyo y así al infinito. Tú y yo somos los eslabones finales de una larga cadena de sumisiones. Así está ordenado el mundo, mi joven amigo. ¿Hay otra salida?».

Fuentes confesaba a propósito de esta obra que quiso escribir sobre un mundo cerrado, ya que «Estamos encerrados en nuestro propio cuerpo al fin y al cabo, estamos encerrados en nuestra condición, en nuestra ciudad, en nuestra política, en nuestra nación; estamos encerrados en el mundo». Es una premisa muy valida, aunque yo debo discrepar en que aunque estamos encerrados en esta realidad que habitamos, siempre queda un reducto de libertad dentro de cada uno de nosotros; nuestra imaginación. Claro está que la imaginación también puede contribuir a nuestro encierro si enfocamos nuestros pensamientos en esa dirección, pero lo cierto es que la imaginación es inagotable y cada uno de nosotros puede crear innumerables microcosmos dentro de este macrocosmos en el que existimos. Las posibilidades son infinitas.

No sólo se sirve el autor de Carolina Grau para contar las historias, si no que además los argumentos son notables e interesantes. Entre los ocho relatos podríamos destacar una versión alternativa de El conde de Montecristo, una mujer que da a luz un niño que brilla como el oro, un joven que aparece en un pueblo extraño en el que todos los habitantes parecen esperarlo, un conquistador español que encuentra un templo olmeca perdido en la selva o las obsesiones y anhelos del gran poeta italiano Giacomo Leopardi… todos los cuentos tienen, a pesar de su condición onírica y confusa, algo de especial, algo que engancha y que mantiene en vilo. Por supuesto Carlos Fuentes no se lo pone nunca fácil al lector y demanda que sea este último el que rellene los huecos que deja en las historias, ya que a veces la narración es fragmentaria y poco concluyente. Pero esto lo hace aún más interesante, puesto que el lector está obligado a dejar vagar su imaginación para completar los hechos. Otra cosa a destacar son los lugares donde transcurren las historias, son parte importante de la sensación de encierro que tienen los protagonistas de cada relato. Son escenarios extraños que parecen arrancados directamente de sueños y pesadillas.

En resumen: ocho cuentos cortos que bien podrían ser una novela, ya que todos se conectan sutilmente entre sí y un final demoledor, el del último relato del libro, en el que el círculo se cierra de manera magistral.

«Los hechos son inasibles. Nunca sabemos si lo que ocurre está ocurriendo, ya ocurrió o está por ocurrir».

 

Nota: La foto de la cabecera pertenece al castillo de If, la prisión donde transcurre parte de la novela de El conde de Montecristo.

 

Sherlock Holmes – Estudio en escarlata

«En la madeja incolora de la vida encontramos la hebra escarlata del asesinato, y nuestro deber consiste en desenredarla, separarla de las restantes y sacar a la luz hasta el menor de sus detalles”.

Sherlock Holmes es sin duda, uno de los personajes mas fascinantes de la literatura. Creado por el escocés Arthur Conan Doyle a finales del siglo XIX, se convirtió rápidamente en un éxito en su Gran Bretaña natal y con el paso del tiempo en un icono universal.
Con su excéntrica personalidad, sus métodos deductivos, sus extensos conocimientos y su frialdad a la hora de resolver los casos, Holmes se convirtió en el azote del crimen en la era victoriana, acompañado siempre de su inseparable amigo y cronista, el Doctor John Watson.

La novela

Estudio en Escarlata (A Study in Scarlet), publicada en 1887 en la revista Beeton’s Christmas Annual, es la primera aventura del famoso detective consultor. Consta de dos partes: en la primera, Watson que es el narrador, nos cuenta como llegó a Londres después de ser herido en la guerra de Afganistán, como conoció a Holmes y como ambos se vieron envueltos en la resolución de un asesinato bastante inverosímil, que se va complicando a medida que transcurre la narración por la pistas falsas que van encontrando.
La segunda parte añade un poco más de confusión a la historia, puesto que sin previo aviso cambiamos las oscuras calles de Londres por el desolado desierto de Utah en los Estados Unidos. Aunque lentamente todo va cobrando sentido y nos damos cuenta de que es un flashback que explica parte de la historia. Al final de todo esto, Holmes resuelve el caso y da la explicación a sus desconcertados compañeros.
No he querido profundizar mucho en el argumento para no estropear la experiencia lectora a los que se acerquen por primera vez a esta obra.

Estudio en Escarlata es una novela corta llena de suspense, que se lee de un tirón, comparada con el resto de historias de Sherlock Holmes es quizá una de las más flojas, pero he querido reseñarla por su valor histórico y porque es la primera de una gran serie de aventuras que me fascinan desde la primera vez que las leí. 
La copia que tengo es una preciosa edición conmemorativa por el 125 aniversario de la primera publicación de la novela, que cuenta con la portada e ilustraciones originales de D.H. Friston, junto con los anuncios comerciales que aparecían en la revista donde se publicó la historia, además cuenta con una soberbia traducción a cargo de Esther Tusquets.

Icono universal

Poco podía imaginar en 1887 Conan Doyle, médico de profesión además de escritor, que este personaje se convertiría en su pasaporte a la eternidad literaria. Sherlock Holmes ha trascendido de tal manera, que hoy en día, hay gente que piensa que fue una persona real y el 221B de Baker Street donde se ubicaba su ficticia residencia, se ha convertido desde hace varios años en lugar de peregrinaje para los fans del detective, puesto que allí se encuentra su museo. Es, como dije más arriba, todo un icono universal, creado en una época particularmente fecunda, que nos legó otras creaciones literarias de culto como Drácula, Frankenstein o el Dr. Jekyll y Mr. Hyde. 

Aunque la creación del género policiaco es atribuida a Edgar Allan Poe en sus cuentos protagonizados por el detective Auguste Dupin y que autores como Charles Warren Adams (El Misterio de Notting Hill), Émile Gaboriau (El Caso Lerouge) o Wilkie Collins (La Piedra Lunar) ya habían incursionado en el género, no fue hasta la aparición de Sherlock Holmes cuando se disparó la moda de las novelas de misterio y policíacas, un género redefinido a lo largo del tiempo, que en la actualidad sigue gozando de muy buena fama y ventas.

En definitiva, una novela ideal para pasar el rato y sumergirse en el universo «Holmesiano«, lleno de misterios, aventuras y sobre todo, muy buenas historias.

«No hay satisfacción en la venganza a menos que el culpable encuentre el modo de saber quien es la mano que lo fulmina”.

 

El ojo – Vladimir Nabokov

«Al fin y al cabo, para vivir feliz, un hombre tiene que conocer de vez en cuando unos instantes de perfecto vacío. Sin embargo, yo estaba siempre expuesto, siempre con los ojos abiertos; incluso cuando dormía no dejaba de vigilarme, sin comprender nada de mi existencia, me enloquecía la idea de no poder dejar de ser consciente de mí mismo…».

El Ojo (Соглядатай), escrita en 1930 y publicada por entregas en la revista parisina de emigrantes rusos Sovremennyya Zapiski, es la cuarta novela de Vladimir Nabokov y fue en su día, mi primer acercamiento a su obra. Es una novela corta desconcertante, que puede resultar de difícil lectura, pues la historia esta plagada de descripciones y diálogos inconexos y sesgados, que no nos permiten hacernos una imagen panorámica de la historia. Pero esto es precisamente lo que busca el autor: jugar con nosotros y no desvelarnos más que lo justo y a veces confundirnos con imágenes distorsionadas o reflejos múltiples, como si estuviéramos dentro de una habitación llena de espejos y todos los presentes en ella llevaran una máscara.

Dobles fantasmales.

En esta novela se tocan los temas de la identidad y el concepto que tenemos sobre nosotros mismos y sobre todo de la imagen que proyectamos y la percepción que tienen los demás sobre nosotros. Siempre me han parecido conceptos muy interesantes, puesto que al final no dejan de ser experiencias subjetivas, a veces contaminadas por prejuicios, que no nos permiten conocer la esencia de la verdad, conocimiento que por otra parte considero prácticamente imposible de alcanzar.

También se desarrolla el tema del doble de una manera muy interesante, puesto que no es un doble al uso; un doppelgänger o doble fantasmal, es una especie de sombra o proyección de nuestro inconsciente, que en algunos momentos se puede manifestar, posiblemente en un estado alterado de conciencia o en un estado crepuscular, como por ejemplo durante la parálisis del sueño. Pero en un plano más metafísico/psicológico, también puede ser la suma de las percepciones que otros tienen de nosotros o cada una de ellas por separado, un montón de dobles distintos, uno por cada persona que nos conoce, incluida nuestra propia percepción de nosotros mismos. La verdad es que sólo este tema daría para una entrada bastante amplia, pero no me voy a extender más en ello.

El tema del doble es recurrente en la literatura de varios autores, y aquí he detectado cierta influencia de Hoffmann (La historia del reflejo perdido), Poe (William Wilson), Pirandello (Uno, ninguno y cien mil) e incluso de Borges*. Nabokov consigue crear en El ojo, una historia a la altura de las nombradas anteriormente.

Humo y espejos en el Berlín de entreguerras.

El ojo comienza con el narrador contándonos su vida en el Berlín de entreguerras. Por lo que sabemos es un expatriado ruso que ha huido de la Revolución Bolchevique y posterior guerra civil que asola Rusia, que comparte su vida con otros emigrados de su misma nacionalidad, a cada cual más variopinto: como el librero Weinstock, paranoico y practicante del espiritismo (muy de moda en aquellos años) o el pedante Roman Bogdanovich, autor de un diario personal, cuyas entregas envía todos los viernes a un amigo de Tallinnque las archiva para que Roman pueda releerlo completo en un futuro cuando ya sea anciano.

La vida del narrador, bastante mediocre y aburrida, da un giro inesperado tras un acontecimiento traumático que le empuja al (intento de) suicidio. A partir de ahí su vida adquiere una dimensión totalmente distinta, ya que comienza a ver el mundo y a los que le rodean con otros ojos, una especie de ser omnisciente que todo lo ve y que se propone descubrir la identidad del personaje más enigmático de todos: Smurov.

Smurov, el enigma.

Un personaje que un día es un soldado zarista y al siguiente un espía bolchevique, otro día se presenta como un mujeriego y después como homosexual. El narrador intenta descifrar el enigma de Smurov a través de los ojos y las opiniones de sus conocidos y poco a poco su imagen va tomando forma, una imagen realmente sorprendente.

En el prefacio, el autor nos anima a que intentemos descubrir quién es este personaje antes de que acabe la novela, reconozco que yo lo descubrí más o menos a la mitad. Así que nos encontramos ante una obra de gran calidad y un misterio muy divertido. Recomiendo su lectura, pero ojo, que sea breve no quiere decir que sea ligera, es densa y como dije al principio, desconcertante.

«Kashmarin se había llevado otra imagen, ¿Importa cuál? Porque no existo; lo que existe son los millares de espejos que me reflejan. Cada vez que conozco a alguien, aumenta la población de fantasmas que se parecen a mí. Viven en alguna parte, se multiplican en alguna parte. Sólo yo no existo. Sin embargo, Smurov, seguirá viviendo por mucho tiempo”.

“Los dos muchachos envejecerán y alguna que otra imagen mía vivirá en ellos como un parásito tenaz.  Y luego llegará el día en que morirá la última persona que me recuerde, tal vez una historia casual sobre mí, una simple anécdota en la que aparezco yo, pasará de él a su hijo o a su nieto, y así mi nombre y mi fantasma aparecerán fugazmente aquí y allá por un tiempo más. Luego llegará el final».

Notas: El título original en ruso Соглядатай, cuya transcripción sería Soglyadatay, es un antiguo término militar que significa «espía«, «observador«, el autor al traducir su obra al inglés en 1965, decidió titularlo, «El Ojo«.

* La influencia de Borges es imposible, puesto que en aquellos años no tenían aún conocimiento el uno del otro. Aunque si es cierto que sus vidas están marcadas por ciertos paralelismos sorprendentes, que quizá desgrane en una entrada futura.

 

 

 

Tifón – Joseph Conrad


A Joseph Conrad lo descubrí tarde, hace apenas una década que cayó en mis manos La locura de Almayer, su primera novela, y desde entonces no he dejado de disfrutar con las historias de este marinero y novelista de origen polaco. Digo que lo descubrí tarde porque siendo un amante de los relatos marítimos y de aventuras, no entiendo como me pudo pasar desapercibida la obra de este gigante. Quizá no lo descubrí tarde, sino que lo hice en el momento adecuado. Cada vez estoy más seguro que ciertos autores y libros aparecen cuando estamos preparados para leerlos y entenderlos, cuando el bagaje que llevamos en la vida nos permite identificarnos con según que personajes y tramas. En Conrad he encontrado a un gran amigo literario, un amigo al que leer con deleite y con el que puedo consolarme y aprender cada vez que abro uno de sus libros, un amigo que ha vivido mucho, que sabe mucho de la condición humana y que la ha analizado y diseccionado para presentárnosla cruda y sin artificios.

Conrad supo retratar el alma humana como nadie. Sus personajes son sumamente reflexivos, se pierden en ensoñaciones, se hacen preguntas vitales, buscando las respuestas que les permitan seguir adelante en esta jungla llena de dolor y depredadores humanos. La melancolía y el escepticismo son dos constantes en su obra y lo transmite de la forma mas descarnada y realista posible, haciendo gala en innumerables pasajes de una exquisita y evocadora prosa poética. Siempre me ha parecido curioso que su prosa fuera tan fluida y efectiva, puesto que escribió todas sus obras en inglés, su cuarta lengua tras el polaco, el ruso y el francés, quizá tuviera algo que ver el hecho de que en su juventud, pasara sus horas libres leyendo a Shakespeare en los navíos en los que trabajaba. Javier Marías la describe muy bien: «el inglés de Conrad se convierte en una lengua extraña, densa y transparente a la vez, impostada, fantasmal, […] utilizando las palabras en la acepción que les es más tangencial y por consiguiente en su sentido más ambiguo«. Leer a Conrad es toda una experiencia que requiere tiempo y paciencia, no es una lectura fácil pues nos exige perdernos, al igual que sus personajes, en múltiples divagaciones y a veces en situaciones extremas, como en el libro que os presento hoy.

Tifón (1902)

Tifón (Typhoon) nos cuenta la travesía del Nan Shan, un vapor británico que navega bajo bandera de Siam por el mar de China. Además de la carga, también lleva como pasajeros a doscientos culís chinos, que vuelven a su país con todas sus ganancias, tras haber estado trabajando fuera. Todo indica un viaje agradable y sin problemas que Conrad aprovecha para contarnos como es la vida a bordo de un vapor. Nos va presentando a los personajes y sus respectivas ocupaciones y entre todos ellos sobresale el capitán McWhirr, un hombre hueco, empírico y sin imaginación, que se ciñe solo a la realidad contrastable, nunca elucubra ni especula. Se podría decir que para McWhirr solo existe el presente, con todo lo que éste contiene. Pasado y futuro carecen de importancia para él. Es un personaje curioso que en un principio parece irrelevante, pero que según avanza el relato va creciendo, hasta alcanzar niveles moderadamente épicos.

En un momento de la travesía, la cosa empieza a complicarse. En la lejanía, nubes amenazadoras se ciernen sobre el mar y los barómetros comienzan a bajar alarmantemente. Todo parece indicar que el barco se dirige al encuentro de una tormenta enorme. Los oficiales le sugieren al capitán que de un rodeo para esquivar la tormenta, pero éste, basándose en sus peculiares razonamientos, se niega. El barco sigue avanzando hasta que de repente en la oscuridad de la noche, es golpeado de lleno por el tifón, como si un depredador oculto en las sombras, atacara por sorpresa a su indefensa presa.

Las imágenes que crea Conrad narrando los devastadores efectos del tifón son magistrales: el viento huracanado y el ruido ensordecedor que provoca, las olas gigantes cayendo a plomo sobre la cubierta. El miedo y el desconcierto de los marineros por sentirse totalmente indefensos y a merced de los elementos, sabiendo que pueden morir en cualquier momento y sobre todo la oscuridad que trae el tifón, una negrura que eclipsa a la negrura de la noche y acrecienta la desorientación y el terror.

Por si fuera poco, en la bodega estalla una encarnizada pelea entre los chinos, mientras el barco es zarandeado por las olas como si fuera de papel. La tensión va en aumento, todo parece perdido. Pero es en esos momentos más difíciles donde el curioso carácter del capitán consigue encauzar de alguna manera a su aterrada tripulación, dando órdenes certeras. La mayoría de los marineros están inoperantes, paralizados por el miedo y tan solo el timonel, que sigue en su puesto impasible y los fogoneros que siguen alimentando las calderas del barco evitan que el desastre sea mayor. Sufriendo lo indecible, consiguen llegar al ojo del huracán, unos minutos de calma y tregua antes del segundo asalto contra el tifón… pero no voy a contar más, salvo que Conrad usa en esta parte un recurso elíptico muy efectivo.

Aparte de los mini retratos psicológicos de los personajes, donde el autor muestra su gran hacer, la descripción tan minuciosa del tifón hace que el lector sienta de lleno los efectos del temporal, a mí al menos me impactó, tanto que horas después soñé con algo parecido y fue aterrador. Las obras de Conrad tienen un componente autobiográfico muy marcado, así que entiendo que para describir con tanto detalle los efectos del tifón, tuvo que vivir alguno en su época de marinero. Otra constante en sus obras es la lucha del hombre contra sí mismo y contra otros y la lucha del hombre contra la naturaleza indómita. En esta novela corta encontramos un poco de todo eso, a pesar de no ser una obra mayor, muestra muy bien los resortes que se activan en la mente humana y sus comportamientos en situaciones límite.

Nota: Tanto la pintura de la cabecera como la que acompaña al texto, son obra del pintor ruso Ivan Aivazovski, famoso por sus pinturas de temática marítima. La ilustración en blanco y negro pertenece a una edición de Tifón de 1902 y su autor es Maurice Greiffenhagen.

 

 

 

Mis escritores favoritos

En los últimos tiempos varias personas me han preguntado por mis novelas y escritores favoritos. Si alguna vez habéis intentado hacer una lista de este tipo, sabréis que es una tarea harto difícil y lo cierto es que me ha llevado bastante más tiempo del que pensaba. Aún así, después de varios días dándole vueltas, aquí tenéis una lista con mi Top 10.

 

1) Jorge Luis Borges

Siempre he visto a Borges como una especie de profesor, ya que era una auténtica enciclopedia viviente. El argentino creó un universo literario muy particular, lleno de libros, espejos, simetrías, laberintos, sueños y sobre todo gran erudición y buenos relatos. Redefinió el cuento y fue uno de los precursores del realismo mágico latinoamericano. Acercarse a su obra requiere paciencia y esfuerzo, debido a la gran cantidad de referencias literarias, filosóficas e históricas que salpican sus textos, pero su prosa certera y elegante hace que sea todo un deleite.

Relatos como Las ruinas circulares, El inmortal, La biblioteca de Babel, El milagro secretoEl Aleph o Tlön, Uqbar, Orbis Tertius rozan lo sublime.

 

2) Julio Cortázar

Otro argentino universal, si Borges es como un profesor, Cortázar es el compañero de juegos. Este cronopio gigante de eterna cara añiñada, me ha proporcionado incontables horas de puro deleite. Para mí, la gran virtud de Cortázar estriba en que sus cuentos están vivos, son entes vivos que crean mundos surrealistas, donde lo cotidiano y lo imposible conviven de manera natural.

Novelas como Rayuela o relatos como Continuidad de los parques, El perseguidor, Casa tomada o Axolotl son auténticas obras maestras.

 

3) William Faulkner

Dejamos por un momento los universos fantásticos y aterrizamos en el realismo mas puro de la mano de William Faulkner. Este caballero sureño redefinió la literatura, introduciendo técnicas innovadoras como el monólogo interior, saltos temporales o múltiples narradores. Faulkner exige mucho del lector, sus novelas requieren esfuerzos titánicos de concentración para seguir la historia que nos narra, pero una vez que te atrapa con su prosa hipnótica es muy difícil salir de su mundo. 

La mayoría de sus novelas están ambientadas en el ficticio condado de Yoknapatawpha en Mississippi y retratan la dureza y miseria del profundo sur estadounidense como nadie. El ruido y la furia, Mientras agonizo, Santuario o ¡Absalom, Absalom!, son algunas de sus novelas más representativas.

 

4) Joseph Conrad

Conrad es uno de esos escritores que supo retratar el alma humana como nadie. Sus historias nos hablan de pasiones, dolor, odio, amor y desesperación con una naturalidad increíble. Este marinero polaco de origen aristocrático, había visto mucho mundo y vivido muchas aventuras antes de dedicarse a la escritura, donde volcó buena parte de sus vivencias en lugares exóticos. Esto se refleja muy bien en obras como El corazón de las tinieblas, Lord Jim, Nostromo o Victoria, todas ellas de factura impecable y con una prosa exquisita. Lo cual no esta nada mal para un polaco que escribía en inglés, idioma que aprendió leyendo a Shakespeare, mientras navegaba en barcos británicos.

 

5) Italo Calvino

Volvemos a los dominios de la literatura fantástica, esta vez de la mano del italiano Italo Calvino. Un autor que nunca se cansó de fabular e innovar, ya que su imaginación no conocía límites. Como en El castillo de los destinos cruzados, donde los protagonistas no pueden hablar y tienen que contarse historias mediante tiradas de cartas de tarot. O hacer protagonista absoluto al lector en ese magnífico experimento titulado Si una noche de invierno un viajero.

Para mí, Calvino fue el heredero natural de Borges, continuó su senda pero con voz propia y sin caer en la imitación pobre, lo cual es ya de por sí, muy difícil. Las ciudades invisibles, Los amores difíciles y Nuestros antepasados, son otras de sus grandes obras.

 

6) Vladimir Nabokov

Vladimir Nabokov o lo que es lo mismo: la elegancia y el estilo personificados. Este aristócrata ruso que vivió exiliado en varios lugares de Europa y EEUU, creó un universo propio basado en la observación minuciosa de la vida y las relaciones entre los humanos, aderezado todo con un humor negro bastante particular. Para él lo único que contaba en la literatura era el estilo, algo que llevó hasta la excelencia. Condenado a ser un escritor en las sombras, no fue hasta su llegada a Estados Unidoscuando cosechó por fin, el reconocimiento que merecía con Lolita, su novela más famosa y controvertida. Como dato interesante decir que aparte de escritor, también fue entomólogo ya que amaba las mariposas.

Pálido fuego, Ada o el ardor, El ojo, Pnin Risa en la oscuridad, son otras de sus grandes novelas.


7) Roberto Bolaño

Al chileno Roberto Bolaño se le conoce principalmente por sus extraordinarias novelas, aunque lo cierto es que tenía alma de poeta, pero de poeta maldito y esto se reflejó en su vida, en la que en muchos momentos llevó una existencia paupérrima y oscura. Todo esto se proyecta en las vidas de los personajes que pueblan sus novelas. Mujeres y hombres derrotados e instalados en ocasiones en la locura o arrastrados irremediablemente por el destino. Es uno de los autores con los que más conecto, pero tengo que leerlo en pequeñas dosis.

Los detectives salvajes, 2666, Estrella distante o Nocturno de Chile son algunas de sus obras maestras.

 

8) Horacio Quiroga

Algunos dicen que Quiroga es el Poe latinoamericano, yo no creo que sea un imitador, me atrevería a decir que el uruguayo incluso le supera. Las cotas de terror que alcanza y lo macabro y grotesco de algunos de sus relatos son difícilmente superables. Puede que su desgraciada vida rodeada de muerte y soledad en la selva de Misiones tuviera algo que ver con ello. Lo cierto es que Quiroga supo revitalizar el cuento, ya que sabía contar historias de una manera muy vívida y precisa.

Entre sus relatos, hay obras maestras del terror como: La miel silvestre, El almohadón de plumas, La gallina degolladaLos buques suicidantes Los destiladores de naranja.

 

9) Franz Kafka

Kafka fue uno de los pioneros en la mezcla de elementos realistas y fantásticos. Para mi es sinónimo de surrealismo y ansiedad, sus relatos y novelas pueden llegar a ser agónicos y sus personajes parecen atrapados en bucles de repetición infinita. Leer a Kafka es agotador, pero siempre muy gratificante. Incomprendido en su tiempo, le debemos mucho a su amigo Max Brod que no hizo caso a la última voluntad de Kafka y no destruyó sus manuscritos, si no que los sacó a la luz, para que las generaciones posteriores pudieran disfrutar del genio de uno de los escritores más originales que ha dado la historia de la literatura.

El castillo, El proceso y La transformación son tres obras fascinantes y desquiciantes a partes iguales.

 

10) Robert Louis Stevenson

El escocés Stevenson en uno de los grandes escritores de la literatura universal. Junto con Verne y Dumas sembraron en mi infancia la semilla del amor por la lectura. Aún recuerdo maravillarme con la historia de Long John Silver en La isla del tesoro o pasar un miedo atroz con El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, quizá sus dos obras más conocidas. Stevenson era un narrador nato, miembro de esa estirpe de unos pocos elegidos que sabían como contar bien una buena historia. Grandes ejemplos son sus novelas Secuestrado o el Barón de Ballantrae y relatos como Janet la torcida, Markheim y El diablo de la botella.

Poseedor de una gran capacidad de observación y sensibilidad, su poesía, ensayos y sobre todo sus libros de viajes como En los mares del sur, son también dignos de ser revisitados para asombrarse con los mundos que describe, hoy desaparecidos. Tristemente murió a los 44 años, tras media vida luchando contra varias enfermedades, su tumba se encuentra en Samoa, donde los nativos le apodaron Tusitala (“el que cuenta historias”).

 

Bueno pues hasta aquí mi lista, se han quedado en el tintero escritores como: Kipling, Dostoyevski, Buzzati, Schwob, Bierce, Twain, Pessoa, Ellroy, Meyrink, García Marquez, Tolstoi, Céline, Proust, Ginzburg, Lovecraft, Yourcenar, Joyce, Steinbeck, Eudora Welty, Woolf, Wilde, Pavese, Piglia, Dinesen, Conan Doyle, Carpentier, Machen, Turguenev, Poe, Lem, Orwell, Baroja, Perec, Chandler, Bulgakov, Nemirovsky, London, Mann, Fuentes, Mutis, Quintero, Hammett, Bioy Casares, Zweig, Márai, Rulfo, Garro, Babel, Ocampo, Ashton Smith, Blackwood, Capote, Valle-Inclán, Eco, Gogol, K. Dick, Onetti, Arreola, Hemingway, Flannery O’Connor, Bradbury, Pizarnik, Dumas, Verne, Galdós, Joyce Carol Oates, Balzac, Howard… la lista sería interminable.

Me encantaría conocer cuáles son vuestros escritores y escritoras favoritos, ya sabéis que podéis dejarme comentarios por aquí abajo. ¡Un saludo!

 

 

 

El barón Bagge de Alexander Lernet-Holenia

«Cada uno de nosotros solo tiene que ver consigo mismo. Nadie puede ayudar a otro y, por lo menos así lo siento, cada individuo esta solo, muy solo. En última instancia no hay ninguna relación verdadera entre los seres humanos. Uno es siempre para el otro únicamente un motivo y nada más. Un motivo para odiar o un motivo para amar. Pero el amor y el odio nacen en nosotros, nos dominan y vuelven a dejarnos solos. No se teje ningún hilo verdadero que una a un ser humano con otro. Todo lo que uno puede llegar a ser para otro, es tan sólo una excusa, más bella o más fea, de los propios sentimientos».

Una pequeña obra maestra.

El Barón Bagge (Der Baron Bagge), publicado en 1936, es una pequeña obra maestra de apenas 96 páginas, un relato donde amor y muerte se van tejiendo hasta formar un todo indistinguible.
En 1915, en plena Primera Guerra Mundial, un destacamento de caballería del Imperio Austro-Húngaro, busca más allá de sus líneas a un enemigo inalcanzable; el ejército ruso. A través de una enorme llanura nevada, sobre la que se cierne un cielo plomizo y una densa niebla, la tropa se adentra en un silencioso mundo de sombras que vagan en la luz crepuscular. Un reino onírico-espectral, donde es difícil distinguir qué es real y qué es ensoñación. Veinte años después el Barón Bagge, narrador de la historia y único superviviente de aquél malogrado destacamento, recuerda aquella misión, en la que vivió la aventura que le dejó marcado para siempre.

Regusto “borgeano”.

Como dije antes, esta nouvelle me parece una obra maestra del género fantástico, es breve, elegante en su prosa y para mi gusto, tiene cierto toque “borgeano”. No es probable que su autor, el austriaco Alexander Lernet-Holenia leyera a Borges antes de escribirla, pero lo cierto es que parece inspirado por él. Sobre todo por esa sensación onírica y extraña que invade la lectura y que va in crescendo, hasta llegar al sorprendente final, que me parece sublime y no exento de poética melancolía. Además el texto está salpicado de digresiones filosóficas sobre el amor, la vida y la muerte, que lo hacen más interesante aún si cabe y que también me hace recordar a otra gran obra: El desierto de los tártaros de Dino Buzzati, si bien ésta se publico cuatro años más tarde. 

Mucho más que un relato fantástico.

Como dije antes, el texto esta lleno de digresiones filosóficas del calibre de la cita que hay al principio de este artículo. Confieso que he leído este relato tres veces en distintos momentos de mi vida y en todas me he sorprendido pensando acerca de los planteamientos que presenta el autor, ya sea sobre los tipos de amor o sobre la soledad. Sobre la inmovilidad y la repetición que nos invaden día tras día o sobre la imperceptible línea que hay entre la vida y la muerte. Además la sensación de irrealidad que permea todo el relato, unida a la salvaje (aunque sutil) imaginación que despliega Lernet-Holenia, lo hace aún si cabe, más propicio a la divagación.

Lernet-Holenia; Un autor para descubrir.

Lernet-Holenia no es un autor muy conocido en nuestro país, a pesar de contar con varias obras traducidas al español, como Marte en Aries, El estandarte o El conde Luna, todas de gran calidad literaria. En su país natal esta considerado un grande, no solo de la narrativa, pues también escribió poesía, guiones y obras de teatro, además fue amigo de otros grandes como Stefan Zweig, Ödön Von Horváth o Leo Perutz.  

Si queréis conocer a un autor interesante y leer una buena historia fantástica con uno de los mejores finales escritos, esta es una muy buena opción, yo lo tengo entre mis favoritos. Saludos.

«Los sueños están unidos aquí y allá por puentes. ¿Y quién puede decir verdaderamente qué es la vida y qué es la muerte, o dónde comienzan y dónde terminan el espacio y el tiempo que separan vida y muerte?.

 







Viaje al fin de la noche

Misantropía, horror, incomprensión, decadencia, muerte, desesperación… Todo esto y más, va a encontrar el lector que se atreva a seguir a Bardamu en su viaje al fin de la noche.

Una noche en la que el protagonista va disolviéndose lentamente, una noche poblada por personajes extraños y decadentes, tanto como los espectrales lugares que recorren bajo una luz crepuscular en la que nada parece real. Una noche eterna en la que habitar tiene un peaje; la cordura y el alma de uno mismo. La desesperación que se infiltra día a día irremediablemente hasta vaciarle a uno por dentro, convirtiéndolo en un fantasma errante, desarraigado, sintiéndose un extranjero incluso en su propia casa, sufriendo y regocijándose en la miseria. Muerto en vida pero a la vez muy consciente de todo.

La peor de las maldiciones.

«La mayoría de la gente no muere hasta el último momento, otros empiezan veinte años antes y a veces más. Son los desgraciados de la tierra.»

Hacia mucho tiempo que no caía en mis manos una obra de este calibre, leerla es como recibir una patada en la cabeza, te sacude fuerte y te deja aturdido. Es difícil empatizar con un tipo como Bardamu, pero el autor lo consigue y no por sentir lástima o compasión de una vida tan triste y oscura, si no porque me he visto reflejado en él, me he visto reflejado en algunas de sus opiniones y críticas, me he visto al igual que Bardamu pasando por la vida de lado, sin hacer mucho ruido, perdido y sobre todo solo en muchos momentos, pero una soledad de la que se disfruta y hace crecer, una soledad a la que uno se acostumbra porque como dice el refrán, «mejor solo que mal acompañado«.

Viaje al fin de la noche eterna.

Viaje al fin de la noche (Voyage au bout de la nuit) publicada en 1932, no solo es una gran novela, es una declaración de intenciones y una brutal crítica al genero humano, desde la sinrazón de la guerra y el colonialismo a la mezquindad de las relaciones personales y el surrealismo cotidiano.

La incisiva mirada de Bardamu (alter ego del autor Louis-Ferdinand Céline) no deja títere con cabeza. Céline dispara a matar con balas de cañón en su eterna huida, pues se pasa la vida huyendo de todo, incluso de si mismo, huye porque no le gusta lo que ve, lo que siente, huye porque no se gusta, pero sobre todo, huye porque esta maldito. Tiene la maldición de estar «despierto» entre tanto borrego que solo se limita a existir y caminar lentamente hacia el matadero, pero Bardamu (o Céline) no se da cuenta de que él también camina hacía ese matadero, solo que por otro camino más solitario y duro.

El tormento de estar «despierto» es ver la realidad sin artificios y sentirte muy solo porque nadie te comprende, es estar condenado porque ya no puedes cerrar los ojos y dejarte llevar como hace el resto, es querer huir de tu propia sombra y al final darte cuenta de que nunca se va a despegar de ti.

«A medida que te quedas en un sitio, las cosas y las personas se van destapando, pudriéndose y se ponen a apestar a propósito para ti.»


El enfant terrible de las letras galas.

Céline es uno de esos autores malditos y vilipendiados por la crítica, durante años fue un paria a pesar de la innegable calidad de sus obras, hoy en día es el segundo autor francés más traducido, solo por detrás de Camus. Parte de este escarnio público fue debido a sus ideas políticas, ya que durante la II Guerra Mundial simpatizó con los nazis y el régimen de Vichy y no ocultó nunca su antisemitismo.

Céline es un quebradero de cabeza porque no es alguien que pueda ser domado por la «corrección política», esa enfermedad social que nos asola desde hace muchos años. Tengo la sensación de que el problema con este autor es más una cuestión de hipocresía que otra cosa, para los franceses tiene que ser muy difícil de aceptar, que uno de los mejores prosistas que ha dado el siglo XX, fuera un filonazi antisemita y por lo tanto un personaje muy incómodo para los adoradores de lo políticamente correcto que dominan los estamentos de la cultura. Para todos estos académicos y críticos tiene que ser muy duro reconocer públicamente la grandeza literaria del autor, aunque muchos lo adorarán en secreto, de eso estoy seguro.

Céline es un nihilista que no tiene pelos en la lengua, no es prisionero de tabúes, usa un lenguaje barriobajero y soez y tiene una visión del mundo decadente y realista. Céline es un monstruo con todas las letras, es el coco, Céline da miedo porque no se arrodilla ante nadie y sobre todo es libre y todos anhelamos eso ¿no?, la libertad total.

Este enfant terrible de las letras galas, fue rescatado por varios autores de la generación Beat, como Allen Ginsberg y William S. Burroughs que reconocieron su influencia e incluso viajaron a Francia para conocerle. También influyó en Kurt Vonnegut, Henry Miller, Jean-Paul Sartre, Jack Kerouac y Charles Bukowski, que le rindió homenaje en Pulp, su última novela.

 

Una obra maestra.

Viaje al fin de la noche es una más que recomendable novela, no apta para todos los públicos, no está escrita para pasar un buen rato y desconectar, hay mucho para leer entre lineas y reflexionar, pero si le das la oportunidad y te sumerges en sus páginas puede que la recompensa sea mayor de lo que crees.
Nunca le podré agradecer lo suficiente a Laura, mi compañera de lecturas y tertulias, que me la descubriera, llegó a mis manos en el momento adecuado y fue toda una revelación.

Atrévete con ella, una cosa es segura, no te va a dejar indiferente.
Es una jodida obra maestra.

«Somos, por naturaleza, tan fútiles, que solo las distracciones pueden impedirnos de verdad morir.»

 

Otra vuelta de tuerca

¿Qué es un fantasma?, ¿es el espíritu errante de un muerto?, ¿es la proyección de la mente de un vivo? o ¿puede ser energía impresa en un lugar u objeto determinados?. Sinceramente, no tengo respuesta a estas preguntas y dudo que alguien la tenga. Pero si tengo claro que al ser humano le encanta contar historias de fantasmas, le encanta provocar y sentir miedo.

Los fantasmas nos llevan acompañando desde el alba de los tiempos y quizá solo existan porque hablamos de ellos, porque creemos en ellos y seguirán existiendo mientras se sigan contando historias de aparecidos y almas en pena, atrapados al igual que nosotros en esta realidad, para siempre.

Las primeras historias de fantasmas aparecen ya en la Odisea de Homeroen un escrito de Plinio el Joven sobre una casa encantada en Atenas, habitada por un espíritu que arrastraba cadenas y también en obras como el Satiricón de Petronio o en algunas tragedias de Séneca. También aparecen en los relatos de Las mil y una noches, pero en forma de Djinns y Ghuls. La divina comedia de Dante Alighieri o Hamlet de Shakespeare son otros ejemplos famosos de interacción entre vivos y almas de difuntos.

Se podrían enumerar incontables obras a lo largo del tiempo, pero fue en el siglo XIX cuando la Ghost Story o cuento de fantasmas vivió su auge, curiosamente en la época de la revolución industrial y de grandes avances científicos, pareciera como si las tradiciones y los miedos ancestrales se resistieran a desaparecer con el imparable progreso y todo ello fue gracias a las obras de escritores anglosajones como Joseph Sheridan Le Fanu (El fantasma de la señora Crowl), Charles Dickens (El Guardavías), Margaret Oliphant (La puerta abierta), Edward Bulwer-Lytton (La casa y el cerebro), M.R. James (Silba y acudiré!) o Henry James, el autor del libro que reseño hoy, aunque sinceramente tampoco estoy muy seguro de por qué estoy hablando de fantasmas en esta introducción, porque puede que el relato del que voy a hablar no tenga nada que ver con ellos… o puede que sí, no lo sé.

Ambigüedad total.

Otra vuelta de tuerca (The Turn of the Screw) 1898, es una novela corta en la que la ambigüedad es llevada a su máxima expresión.
Una joven institutriz llega a una antigua mansión en el campo, para hacerse cargo de la educación de dos niños pequeños que se han quedado huérfanos y están al cuidado de su tío. Al poco tiempo empiezan a sucederle situaciones extrañas, en las que se le aparecen los fantasmas de dos sirvientes fallecidos el año anterior y se convence de que éstos quieren hacer daño a los niños e intenta protegerlos a toda costa.
Sobre el papel parece la clásica historia de fantasmas, pero una vez que nos sumergimos en ella y avanza el texto, nos damos cuenta de que hay mucho más de lo que aparenta en un principio, nos damos de frente con un relato que puede tener múltiples interpretaciones. De hecho, a día de hoy, no hay consenso sobre lo que el autor quiso contar en esta obra.

Henry James era un maestro del relato psicológico, la ambigüedad y la elipsis, nunca acaba de contar lo que tiene que contar o lo que nosotros pensamos que tiene que contar. James siempre va dando un rodeo, se anda por las ramas y de vez en cuando nos da un pincelada aquí y otra allá que nos permite obtener algo de información para poder encajar las piezas. En Otra vuelta de tuerca alcanza una de sus cimas en este aspecto, la ambigüedad es tal, que en mi caso, mientras lo leía me ha hecho pensar de todo: fantasmas, locura, pesadillas, abusos, un montaje… y al final de todo, sigo tan desconcertado como durante la lectura. Realmente no sé de que trata este relato, aunque he disfrutado mucho leyéndolo.

Los personajes están vagamente definidos, parecen ser meros recipientes vacíos donde el lector puede volcar sus miedos, fantasías y significados. Al parecer para el autor, los personajes no son tan importantes como la historia en sí, pero la historia tampoco parece ser importante, puesto que lo importante en este caso es todo lo que no cuenta, todo lo que dice o mejor dicho, no dice entre líneas. Parece que el autor deja todo el peso al lector y a sus interpretaciones y actúa como un mero transmisor de la historia y todo esto a veces puede ser desconcertante y a la vez desafiante. Por eso creo que es una obra ciertamente interesante, puesto que permite reflexionar constantemente, sospechar, devanarse los sesos a conciencia para encontrar una interpretación a la historia y aún así, nunca estar seguro al 100 % de que sea la correcta.

Otra de las claves de esta ambigüedad, es que la narración está en primera persona, así que sólo conocemos el punto de vista de un único personaje, del que además sabemos muy poco. Así que no podemos contrastar su relato con el de otros, por lo tanto debemos fiarnos de lo que nos cuenta, pero la forma en la que lo hace es tan oscura y desconcertante que nos hace sospechar, es como si quisiera imponernos su punto de vista, pero no podemos estar seguros de si es un punto de vista veraz o por el contrario totalmente falso o distorsionado por la locura.
James trabaja magistralmente este aspecto a lo largo de toda la historia, es imposible interpretar de manera absoluta qué es lo que está pasando y además lo hace con una prosa exquisita y elegante, que es toda una maravilla.


Resumiendo, Otra vuelta de tuerca, es una obra maestra en la que se mezclan el terror, la fantasía y el suspense de manera fabulosa y que vale mucho la pena leer, sobre todo para terminar perplejo y darle vueltas a la cabeza durante días sin poder llegar a ninguna conclusión satisfactoria.
Dadle una oportunidad, no os arrepentiréis… Pero recordad, todo lo que 
penséis o sintáis leyendo esta obra, todo el miedo, el suspense o las interpretaciones que le deis, solo estarán en vuestra cabeza, Henry James no dice nada de eso en el relato… o sí, ¿Quién sabe?.

 

 

 

 

 

 

La guerra de los mundos

«Atravesando el abismo del espacio […] intelectos vastos, fríos e implacables, contemplaban este planeta con ojos envidiosos y tramaban lenta y decididamente sus planes de conquista.»

Desde el final de la II Guerra Mundial, la humanidad se ha embarcado en una empresa titánica, para la que no ha escatimado recursos ni ha dudado en emplear a las mentes mas brillantes, me refiero a la conquista del espacio exterior, la última frontera.
De momento, a parte de pisar (o no) la Luna, el hombre no ha puesto el pie en ningún otro planeta o cuerpo celeste y hasta que esto se haga realidad, seguirá soñando con colonizar nuevos mundos y conocer otras civilizaciones. 

El próximo objetivo parece ser Marte, después de varias misiones no tripuladas de sondas y robots, parece que se ha instaurado una carrera por llevar los primeros humanos al planeta rojo, con intenciones de colonizarlo en un futuro no muy lejano. Organismos públicos como la NASA, Roscosmos o la Agencia Espacial Europea compiten contra empresas privadas millonarias como SpaceX, Lockheed Martin o Boeing en esta nueva carrera, de momento todo son incógnitas. 

Pero… ¿Qué pasaría si al llegar al planeta rojo descubrieran que no es el páramo desolado que intuyen, sino que está lleno de vida inteligente? ¿Cómo les sentaría a los marcianos esa visita inesperada? ¿Y si fuera a la inversa?. Si decidieran ellos venir aquí, ¿Les recibiríamos con los brazos abiertos?. Y en el caso de ser hostiles, ¿Resistiríamos una invasión?. Esto último se preguntó el británico Herbert George Wells hace ya la friolera de 123 años, cuando comenzó a escribir La Guerra de los Mundos (The War of the Worlds) en 1895. 

 

Socialista visionario.


H.G.Wells
fue un auténtico visionario, considerado uno de los padres de la ciencia ficción, su imaginación no conocía limites, y es curioso observar como casaban estas ideas revolucionarias suyas en la encorsetada sociedad victoriana a la que pertenecía, una época en la que Gran Bretaña se convirtió en el imperio mas poderoso del planeta y los adelantos tecnológicos, consecuencia de las revoluciones industriales estaban en pleno desarrollo. Gracias a ello pensadores y visionarios como Wells comenzaron a imaginar situaciones y futuros para la humanidad, situaciones que parecían inverosímiles en la época, pero que un siglo después, algunas de ellas, se han hecho realidad. 


El autor, nacido en Bromley en 1866, en el seno de una empobrecida familia de clase media, se aficionó a la lectura a los 8 años, cuando sufrió un accidente que le dejó postrado en cama durante una temporada, para matar el tiempo empezó a devorar los libros que su padre le traía de la biblioteca, poco a poco esa afición derivaría en el deseo de escribir sus propias historias. Empezó a trabajar desde muy joven, compaginándolo con los estudios de biología y zoología, a la vez que empezó a interesarse seriamente por los problemas sociales de su época. Fue un socialista convencido que defendió los derechos de los marginados e intentó aportar ideas para la creación de una sociedad más justa; Por ello se unió a la Sociedad Fabiana, un movimiento cuyo objetivo era el de instaurar el socialismo de forma pacífica.

Wells tocó varios temas en sus obras; la ingeniería genética (La isla del Doctor Moreau), el viaje espacial (Los primeros hombres en la Luna) o los viajes en el tiempoAunque si leemos entre lineas nos daremos cuenta de que hay otra dimensión mas profunda y en ella el autor aborda temas como la lucha de clases (Kipps, La máquina del tiempo), los límites éticos de la ciencia (El hombre invisible, El alimento de los dioses), la lucha por la liberación de la mujer (Ana Verónica) o críticas al capitalismo (Tono Bungay), a las élites opresoras (Cuando despierte el durmiente) y a la sociedad victoriana y al sistema imperialista (La guerra de los mundos).


La novela.

 

«Y nosotros, los hombres que habitamos esta Tierra, debemos ser para ellos tan extraños y poco importantes como lo son los monos y los lémures para nosotros. El intelecto del hombre admite ya que la vida es una lucha incesante, y parece que esta también es la creencia que impera en Marte. Su mundo se halla en proceso de enfriamiento y el nuestro está todavía lleno de vida, pero de una vida que ellos consideran como perteneciente a animales inferiores. Así pues, su única esperanza de sobrevivir al destino fatal que les amenaza reside en llevar la guerra hacia su vecino mas próximo».

La guerra de los mundos nos cuenta la historia de la invasión del planeta Tierra por parte de alienígenas procedentes de Marte y el consiguiente pánico y caos que se desata en Gran Bretaña. La historia esta relatada en primera persona por un narrador anónimo que además de contarnos sus peripecias, completa la narración con rumores y noticias poco contrastadas que incrementan la sensación de desconcierto de manera muy efectiva.

Los marcianos aterrizan en las afueras de Londres, en Woking para ser mas exactos y pronto empiezan a construir sus vehículos para moverse por el suelo terrestre, una suerte de trípodes armados con los que van arrasando todo a su paso. Los humanos intentan defenderse enviando tropas para combatirlos pero ningún arma parece ser efectiva contra la superior tecnología de los marcianos, que contraatacan con su rayo calorífico y el humo negro, una especie de letal arma bacteriológica. Poco a poco se van acercando a Londres, donde se empiezan a suceder escenas de auténtico caos y pánico en la desesperada y masiva huida.

No quiero desvelar el argumento en su totalidad por si no habéis leído la novela, pero si que me gustaría reflejar las sensaciones que me han provocado las poderosas imágenes que el autor ha creado a lo largo de la historia, como por ejemplo la expectación, no carente de temor, ante la visita de seres de otro planeta, la terrorífica sensación al caer en la cuenta de que el cazador humano ha pasado a ser la presa, la mezcla entre fascinación e impotencia ante la superioridad de los marcianos y su tecnología, unos seres que han evolucionado hasta ser prácticamente solo cerebro, desprovistos de todo sentimiento o la imagen de soledad de un Londres desierto y cubierto de musgo rojo, que aún así no carece de matices poéticos; En definitiva, imágenes que evocan un caleidoscopio de sensaciones que van desde la fascinación al desasosiego de una manera muy efectiva.

Algunas reflexiones.


«No es una guerra, no lo ha sido nunca, del mismo modo que nunca hubo una guerra entre los humanos y las hormigas»

Wells no sólo creó una gran novela de ciencia ficción sino que también la utilizó como vehículo para plasmar sus preocupaciones y pensamientos. Las guerras de colonización, el imperialismo o la fragilidad de las sociedades son algunos de los temas que «disfraza» en la historia.

En el caso del imperialismo, podemos ver paralelismos entre el trato que se le da a los pueblos subyugados por parte de las potencias europeas y el trato que los marcianos dan a los británicos, el imperio más poderoso de la tierra en ese momento y que nada puede hacer ante la superioridad tecnológica y armamentística de los invasores, si ahondamos un poco más, podemos incluso observar una dimensión aun más profunda, en la que Wells nos quiere hacer ver, que para los marcianos no somos más importantes y peligrosos que lo que puede ser una gallina o un insecto para nosotros.

El ser humano se ha creído siempre el centro del universo y no quiere o no es capaz de pensar que puedan existir civilizaciones mucho más avanzadas a las que quizá no les importemos un bledo o que quizá un día decidan venir y hacernos desaparecer para siempre de la historia. La vida es efímera e irrelevante y a escala universal, lo es aún más.


Otro de los temas que toca es lo rápido que una sociedad civilizada puede descender al caos, al embrutecimiento e incluso llegar a la desaparición en una situación límite. Las personas se sienten desbordadas y es entonces cuando aflora lo peor de la condición humana, el pánico y la inseguridad derivan en violencia, indiferencia, destrucción y muerte. Sólo los mas fuertes e inteligentes sobreviven, los débiles se convierten en lastres desechables. La capacidad de observación y anticipación de Wells es magistral.
  
Wells era un autor para el que la ideas primaban sobre todo lo demás.
Es 
por eso que sus obras han calado tan bien en el imaginario colectivo, pero a la vez era una autor comprometido socialmente y con múltiples inquietudes que usaba la literatura como medio de expresión y transmisión de sus valores como dije anteriormente.

Creo que es interesante acercarse a sus obras y observarlas desde otra perspectiva que el simple hecho de ser sólo novelas y relatos de ciencia ficción, hay una dimensión más reflexiva y gratificante si sabemos leer entre lineas. La guerra de los mundos es un buen ejemplo y un gran inicio si aún no habéis leído nada del autor. Muy recomendado.

 

Alvim Corrêa, el ilustrador.


Como curiosidad y para terminar, me gustaría destacar que las magníficas ilustraciones en blanco y negro que aparecen en la reseña, pertenecen al dibujante brasileño
Henrique Alvim Corrêa, las realizó en 1906, para ilustrar una edición belga de la novela, fue quizá, uno de los que mejor supo plasmar las imágenes creadas por el Wells y al igual que él, también fue todo un visionario. 

“Las hormigas construyen sus ciudades, viven en ellas y tienen sus guerras y revoluciones, hasta que los hombres quieren quitarlas de en medio, y entonces desaparecen… Hormigas, eso es lo que somos. Sólo que… somos hormigas comestibles”.