La Primera Guerra mundial tuvo un efecto devastador para el continente europeo y en especial para el Imperio Alemán, ya que fue derrotado y posteriormente humillado en Versalles, provocando una reacción en cadena que llevaría a los nazis al poder, desembocando años después en otra guerra mundial aún más salvaje y destructora.
Fue una época dura en la que el Imperio alemán pasó a convertirse en la República de Weimar. Una época de inflación desmedida, pobreza rampante, disturbios y violencia política. Pero también una época de gran efervescencia cultural. Fue en aquellos tiempos cuando surgieron algunas de las mejores obras literarias del siglo XX, apareció la Bauhaus, se desarrolló el cine, el Jazz inundó los cabarets y los tugurios de Berlin y también nacieron multitud de movimientos artísticos como el expresionismo y la Nueva objetividad. Es en esta última corriente pictórica donde se movió nuestro protagonista de hoy; Otto Dix.

Retratando la fealdad
Otto Dix fue uno de los principales referentes de la Nueva objetividad, una forma de realismo descarnado que distorsiona las imágenes para enfatizar la fealdad. El arte de Dix es brutal, satírico y provocador; experto en despojar a la realidad de todo lo bello, para mostrar esa fealdad ante la que el ser humano mira hacia otro lado, intentando sin exito negar su existencia.
El punto de inflexión en su vida fue su experiencia en combate durante la Primera Guerra Mundial. Lo que vivió en los campos de batalla le marcó profundamente y buena parte de esos traumas quedaron reflejados en sus obras posteriores.

En su tríptico “La guerra” pintado entre 1929 y 1932 se puede ver muy bien reflejada la destrucción y el horror que provocan las batallas, sembrando de muerte campos y ciudades.
Contemplando esta pintura, uno puede sentir de alguna manera la desesperación, la ansiedad y el miedo que sintió el artista cuando estuvo luchando en aquellas trincheras y también su deseo de exorcizar esos fantasmas. Me parece una de las representaciones artísticas de la guerra más brutales que existen.


Tras la guerra, probablemente sufrió estrés postraumático, algo que también acabo por influir en su percepción de la realidad y en su desencanto con la sociedad degradada que había surgido entre las ruinas de la contienda.
Es en esa época cuando Dix pinta algunos de sus cuadros más famosos, retratando prostitutas y soldados lisiados mendigando por las calles alemanas. Y lo hace de una manera totalmente original; sus pinturas son como caricaturas, pero no son divertidas, ya que su objetivo es provocar malestar. Además esa serie de personajes grotescos, eran un recordatorio de los horrores de la guerra y de la gran desigualdad social y decadencia moral de la Alemania de los años 20.


Enemigo de los nazis
Dix, como otros tantos artistas de la época, fue perseguido y defenestrado por el regimen nazi. Nada más llegar éstos al poder, fue despojado de su cátedra en la Academia de arte de Dresden y en 1937 fue considerado un “artista degenerado” ya que su obra no cumplía con los ideales artísticos nazis e insultaba a las fuerzas armadas. Sus obras (unas 260) fueron retiradas de los museos, para ser posteriormente destruidas o vendidas a otros países.
En 1938 fue arrestado por la Gestapo, acusado de participar en un atentado contra Adolf Hitler, por lo que fue encarcelado durante dos semanas. Además en 1945 fue llamado otra vez a filas y desplegado en el frente occidental, donde fue hecho prisionero por los franceses, hasta su puesta en libertad un año después.



Últimos años
Tras su liberación volvió a Alemania donde continuó pintando, aunque se encontró con que no encajaba en ninguna de las corrientes artísticas que predominaban en las dos Alemanias: el Realismo socialista y el arte abstracto de posguerra. Dix siguió innovando a su manera, pintando con ese estilo tan característico suyo que le valió numerosos reconocimientos en ambos lados del telón de acero. Murió en 1964.
Otto Dix supo crear un estilo propio y reconocibe, combinando su talento y sus influencias renacentistas, cubistas y dadaístas con sus traumáticas experiencias vitales, para entrar en la historia como uno de los pintores más inusuales de su tiempo.


Esto es todo, espero que hayáis disfrutado con las pinturas de este artista de lo grotesco. Yo reconozco que su arte me remueve, esa fealdad cruda que retrata tiene cierto magnetismo irresistible. Como por ejemplo en estas dos últimas pinturas: en la primera vemos a la periodista y poeta Sylvia von Harden como el estereotipo ambivalente de la nueva mujer alemana, una representación radicalmente alejada de los cánones femeninos tradiciones, que Dix subvierte para reflejar a una mujer moderna, libre y autónoma y por extensión a toda una época. En la segunda pintura, creo que podemos contemplar una de las representaciones de la locura más geniales y acertadas de la historia de las artes plásticas. ¿Qué os parece? Espero vuestros comentarios y sugerencias. Un saludo.
Os dejo un par de enlaces donde podéis ver más obras del pintor.
Shocks (su serie de grabados sobre la guerra).