Regina Tenebrarum – Un poema de Juan Eduardo Cirlot

La faceta poética de Juan Eduardo Cirlot estuvo bastante soterrada bajo el peso de sus ensayos sobre arte, símbología y música, hasta que sus hijas decidieron sacarla a la luz, publicando toda su poesía en tres volúmenes que editó Siruela hace ya algunos años.

Cirlot se nos revela como un gran poeta, con una voz muy personal, alejado de corrientes y modas. Una poesía donde se mezclan surrealismo, mitología, onirismo, historia y simbolismo. Un poeta oscuro unas veces, cegador otras, proteico, metafísico y experimental, cuya obra transmite una sensación de pérdida que solo parece ser aliviada con palabras e imágenes.

Cirlot es famoso por su magnífico Diccionario de símbolos, toda una joya de erudición y un gran libro de consulta. Fue una de las mentes más inquietas de su época, un apasionado de la guerra y coleccionista de espadas. Perteneció al grupo de vanguardia Dau al set, fue músico, divulgador y crítico de arte. En definitiva, todo un polígrafo.

También estuvo interesado en el ocultismo y la cábala, ferviente católico, amante de las mitologías celta y germánica, de tendencias filonazis, pero según él, solo se sentía atraído por la simbología nazi y el esoterismo que la rodeaba, aunque horrorizado por sus crímenes.

Todo un personaje y un poeta raro y marginal. Hoy os presento un poema que me encanta, un poema oscuro y decadente, lleno de poderosas imágenes y simbología salvaje y en el que fluctúa esa sensación de pérdida de la que hablaba antes. Espero que os guste.

 

 

Regina Tenebrarum

Ira, suma, lira, ¿será rimar?

Como si los leones devorasen tu cuerpo, y tu sangre
corriera sobre el mármol escaso.
Así te miro, pensando
en el sagrado día de tu muerte,
cuando un sepulcro inmenso beberá tu hermosura
quemada por el tiempo.
Habrás sido una música ciega en lo alto de un muro.
Mi larga maldición te pertenece como tus propios huesos,
llévatela contigo a la tierra.
Tenebrosa, ¿de qué te sirve tanto oro
confundido con plata?
No podré ver tu muerte, comprobar tu agonía;
sólo tendré una escueta noticia inacabada,
la certidumbre del lugar ocupado por tus «restos»
y la seguridad mayor de que no he de nombrarte
cuando me refiera a mis ángeles clarividentes, erguidos.

Los trozos de tu cuerpo estarán en mi recuerdo,
no entre las garras de las fieras.
Tu fragancia infernal aún será mía.
Las letras de tu nombre descompuesto formarán otros nombres
y en la pradera violeta crecerán otras torres
en los atardeceres prolongados por la sed hacia el pozo
donde tú, entonces, vivías
cuando el cielo era rojo y los árboles escarlatas crecían.
Así acontece ya con cada instante.
El sonido es la muerte que todavía resiste
y levanta, sin manos, un gesto hacia lo vivo.
Oye mi corazón; se está moviendo.
Y esta música horrenda que no le conmueve
soy yo.

Ven a verme llorar,
no lloro con los ojos ni con el pensamiento;
lloro con las entrañas, con los dedos quemados,
con la frente rajada por cuchillos
y con la llaga en llamas que yo todo soy.
Desciende del palacio, ven
a verme llorar.

Verás un monasterio cuando se despedaza
y verás dos mil años en sólo unos momentos,
o en un tiempo tan largo que la historia del mundo
no llena su interior.
(Allí dejamos sólo
un corazón abierto.
El árbol aún hablaba
cuando ya no era nada
en el campo monótono.)
Schoenberg está loco en el jardín de mi casa interior
Los jacintos aún florecen en la noche del África.
Dejadme, suplicó aquel mendigo.
Lo dejaron sin brazos, sin labios y sin ojos.
Yo tengo que recoger su espíritu,
bajarlo de la cruz,
y llevarlo a la cumbre de esta Tierra maldita.
Necesito las hachas brillantes, el punzón
que se clave en el centro de lo Negro.
Yo fui dorado como la nube al sol
o como la corona del monarca apresurado
a sentarse en su trono.
¿Dónde está mi draconario?
Las galeras han muerto, las torres
gimen en aglomeraciones de cenizas
y sus manos se agitan en un aire abrasado.
¿En qué guerra me podría salvar
entre esta turbamulta horrible de cristianos siniestros?

¡Violentos, venid!
Dentro de la dulzura se vierte lo corrupto
y los tejidos cantan un halo segregado.
Heridas sobrenadan,
hierbas, cruces.
Y el cabo de la rosa se repite el sudario.
Todos los cauces hablan con sus más grises bocas,
las rondas de las rocas viven bajo la tierra.
Oh, jardín
oye tu propia voz clavada en un pedazo
de inoíble papel.
Óyela y llora.

(Al amanecer, me aproximo al gran Valle perdido como si
fuese un gigante de piedra.)

Dime, belleza,
¿dónde te ocultarás cuando no exista este sonido
al que, feroz, te aferras?
¿Sabes lo que es el mar? Piensa.
Un día
vi una llaga horrorosa.
Parecía una flor, una torre, un extenso
paisaje bajo un sol de plomo.
Le pregunté: ¿Quién eres?
Me contestó un sonido sin habla,
un lamento que aún oigo sin oírlo,
un gemido sin letras. Pero creo
que mi nombre decía.
Es como si, de pronto,
mis heridas hablaran
y los ramos violetas que envuelven mi corazón
temblasen en la cabeza blanca del cementerio, así
una música absorta se eleva de las casas
e intenta retornar hacia el ave secreta
que te deshace lejos.
En la montaña abierta de par en par.
en aquella celeste puerta por la que ya no pasamos,
nuestras imágenes lanzan gritos agudos
y semejan relieves de cristal y de acero,
un Géminis de sangre.
Como si los paisajes fueran cerrojos
y tus manos la rosa inmensa que tapia los cielos;
así me acerco en silencio a tu gigantesco recuerdo,
mientras los lobos gimen en torno mío
y una esvástica negra
persigna mi frente donde siempre persistes
y donde te transformas en una fuente alada.
Pero la Oscuridad es tu dominio y por eso
me voy oscureciendo, Regina
Tenebrarum.
¿Dónde estará nuestro reino?.

– Juan Eduardo Cirlot

Regina Tenebrarum – 1966.

 

El camino no elegido – Robert Frost

Esta tarde me fui a dar un paseo por el bosque buscando un poco de tranquilidad, un viento fuerte y frío mecía violentamente las copas de los árboles provocando un sonido atronador. Más que relajarme, me estaba perturbando. Parecía como si millones de abejas furiosas se hubieran juntado en un gigantesco enjambre y el zumbido de sus alas provocara una ensordecedora sinfonía disonante. Decidí huir de ese lugar e internarme en lo profundo de la floresta, donde el viento no pudiera barrer con sus impetuosos ataques la espesura y donde poder encontrar un poco de serenidad… y así caminado llegué a una zona desconocida, donde encontré una bifurcación en el camino y dudando por cual seguir, me vino a la mente este famoso poema de Robert Frost.

El camino no elegido

Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
y triste por no poder caminar por ambos
y por ser un viajero solitario, un largo rato estuve
mirando uno de ellos tan lejos como pude,
hasta donde se perdía en la espesura;

Así que elegí el otro de manera imparcial,
posiblemente la elección más adecuada
pues estaba cubierto de hierba y pedía ser usado;
Aunque en cuanto a eso, el pasar allí
los había desgastado a los dos casi por igual.

A ambos los cubría esa mañana
una capa de hojas que nadie había pisado.
¡dejaré el primero mejor para otro día!
Aunque tal y como son las cosas en la vida,
dudé si alguna vez volvería a aquel lugar.

Seguramente esto lo diré suspirando
en algún momento dentro de muchos años
dos caminos se bifurcaban en un bosque, y yo…
yo elegí el menos transitado,
Y eso marcó toda la diferencia.

– Robert Frost.

The Road Not Taken” incluido en “Mountain Interval”, 1916.

Bonito poema ¿verdad?. A mí me pasó un poco lo que a Frost, me quedé pensando qué camino seguir, pero al contrario que él, yo no me aventuré por ninguno, ya sé que quedaría mejor decir que me lancé por el menos transitado o por el otro, pero estaba anocheciendo y al final decidí darme la vuelta.

Mientras el sol declinaba y las sombras se iban alargando, me senté en una piedra a la vera del camino y me puse a pensar en el poema, divagué mucho sobre su significado y llegué a la conclusión de que el poeta quizá quiso expresar que a veces en la vida nos encontramos en encrucijadas y no sabemos qué camino tomar y, a veces no hay razón aparente para tomar un camino u otro, pero creemos que nuestra decisión tendrá consecuencias duraderas. En este caso Frost decide elegir al azar el que toma, porque no hay diferencias obvias entre ellos. En el poema se sugiere que el camino que toma es el menos transitado, pero no tiene forma de saber si el camino que no elige es más o menos transitado que el que elige, porque desconoce ambos. Más tarde la posibilidad de que pudiera volver sobre sus pasos para probar el otro camino se descarta, por la observación de que estaría tan influenciado por sus experiencias en el primer camino que ya no sería la misma persona que fue cuando tuvo la oportunidad de elegir el otro. Menudo trabalenguas me ha salido.

Pero por otra parte el poema es engañoso, al menos así lo consideraba el propio Frost. Se detecta cierto aire de ironía flotando entre lineas y quizá no tenga nada que ver con la romántica idea de “seguir tu propio camino”, si no que irónicamente se refiere a esas personas que elijan el camino que elijan, siempre se están lamentando de la opción no elegida. Al parecer, este poema fue inspirado por un amigo de Frost: el malogrado poeta Edward Thomas, que por lo que parece era de ese tipo de personas.

Cuando me quise dar cuenta, el bosque estaba en penumbra y me era difícil distinguir incluso el camino por el que yo había venido, me costó un rato volver a la senda conocida que me llevó a casa. Llegué cansado y aterido por el frío, pero contento por haber descubierto un lugar nuevo con dos caminos que quizá recorra un día…

¿Qué pensáis vosotros y vosotras?. Me gustaría conocer vuestra interpretación del poema. También os dejo la versión original que es más bella que mi triste “traducción”.

The Road Not Taken

Two roads diverged in a yellow wood,
And sorry I could not travel both
And be one traveler, long I stood
And looked down one as far as I could
To where it bent in the undergrowth;

Then took the other, as just as fair,
And having perhaps the better claim,
Because it was grassy and wanted wear;
Though as for that the passing there
Had worn them really about the same,

And both that morning equally lay
In leaves no step had trodden black.
Oh, I kept the first for another day!
Yet knowing how way leads on to way,
I doubted if I should ever come back.

I shall be telling this with a sigh
Somewhere ages and ages hence:
Two roads diverged in a wood, and I—
I took the one less traveled by,
And that has made all the difference.

 

 

Si – Un poema de Rudyard Kipling

Rudyard Kipling, idolatrado por unos, vilipendiado por otros. Probablemente uno de los mejores escritores de todos los tiempos, premio Nobel de literatura en 1907, pero también acusado de imperialista y racista. Autor de novelas como Kim y El libro de la selva y de magistrales relatos como El hombre que pudo ser rey, La litera fantasma, La marca de la bestia La historia más bella del mundo. Precisamente su fama de gran cuentista ha ensombrecido su obra poética, poemas como Gunga Din, Mandalay o Si, tienen una calidad fuera de toda duda, aunque es cierto que Kipling fue un poeta poco convencional, más bien se podría decir que fue autor de grandes versos y baladas.

Volviendo al tema de su racismo e imperialismo, pienso que Kipling fue un hombre contradictorio y también un hombre de su tiempo. El creía ciegamente en los valores del imperio y en la misión civilizadora que supuestamente realizaba éste. No podemos olvidar que nació en la India y la veía a través de los ojos de un blanco, pero la comprendía bastante mejor que muchos. No creo que fuera un racista, estaba acostumbrado a relacionarse con gente de toda clase, etnia y credo. Nunca se dió aires de grandeza, es más, siempre estuvo del lado de la gente de a pie y de los soldados que se dejaban la vida en guerras provocadas por políticos cobardes. No obstante creo que su fe ciega en el imperio sí que le hizo equivocarse en sus planteamientos políticos, pero acertó en lo esencial, sabía que la India, un conglomerado de etnias, acabaría descendiendo al caos sin el control de los británicos, como así sucedió (aunque es cierto que los británicos hicieron mucho por provocar ese caos en su retirada). También denunció en cierto modo el racismo de los afrikaners en Sudáfrica, previendo el apartheid.

Era antidemócrata, pero no fascista, de hecho fue de los primeros en denunciar las políticas de los nazis y vaticinar la destrucción que desencadenarían. Fue incluso amigo personal del rey Jorge V, pero nunca aceptó honores oficiales. Si ensalzó las virtudes del Imperio británico fue porque él había nacido en la periferia, no en la metrópoli, donde medraron los políticos elitistas a los que detestaba. Así como Conrad denunció la brutalidad y la maldad del colonialismo, Kipling se limitaba a contar la vida cotidiana de hombres y mujeres que intentaban levantar una estructura social y económica, que ellos creían legítima y buena para todos, aunque nosotros hoy sabemos que no lo fue.

Kipling fue un hombre solitario, extremadamente culto y nada idealista. Su formación como periodista le hizo ver la realidad descarnada del mundo que le rodeaba y la contaba sin miramientos. Sus últimos años de vida fueron duros y amargos, sobre todo tras la muerte de su único hijo en la Primera Guerra Mundial. Por cierto fue precisamente a su hijo a quien le dedicó el poema que os presento hoy.

Lo cierto es que hay dos Rudyard Kipling, el artista al que admiro y la persona que quizá no sea tan admirable. Pero como dije antes, es producto de su tiempo y en cierto modo, creo que disfrutaba siendo tan controvertido y agresivo en sus opiniones. En definitiva, una paradoja viviente, pero… ¿quién no lo es?.

 

 

Si (If) es su poema más famoso. Escrito originalmente en 1895, fue publicado por primera vez en 1910 en el libro infantil Rewards and Fairies. Es un poema que siempre me ha parecido muy inspirador, un gran ejemplo de estoicismo victoriano. Una época en la que aún eran importantes ideales como la virtud y el honor. Si bien es cierto que el personaje que lo inspiró: Leander Starr Jameson y más concretamente su incursión o golpe de estado contra la República de Transvaal en 1895, provocando a la larga la Segunda Guerra Anglo-Boer, quizá careciera de cierta “virtud”, aunque la prensa de la época lo consideró un hecho heroico.

Como dato curioso se puede señalar que el escritor indio Khushwant Singh consideraba el poema “la esencia del mensaje del Bhagavad Gītā”. Por otra parte los versos: “Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre, / y tratar a esos dos impostores de la misma manera”, aparecen en la entrada de jugadores de la pista central de Wimbledon.

 

Si

Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor
la pierden y te culpan a ti.
Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti,
pero también toleras que tengan dudas.

Si puedes esperar y no cansarte de la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no incurres en el odio.
Y aun así no te las das de bueno ni de sabio.

Si puedes soñar sin que los sueños te dominen;
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;
Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre,
y tratar a esos dos impostores de la misma manera.

Si puedes soportar oír la verdad que has dicho,
tergiversada por villanos para engañar a los necios.
O ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida,
y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas.

Si puedes apilar todas tus ganancias
y arriesgarlas a una sola jugada;
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir ni una palabra sobre tu pérdida.

Si puedes forzar tu corazón, y tus nervios y tendones,
a cumplir con tus objetivos mucho después de que estén agotados,
y así resistir cuando ya no te queda nada
salvo la Voluntad, que les dice: «¡Resistid!».

Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud.
O caminar junto a reyes, sin menospreciar por ello a la gente común.
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.
Si todos pueden contar contigo, pero ninguno en exceso.

Si puedes llenar el implacable minuto,
con sesenta segundos de diligente labor
Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y —lo que es más—: ¡serás un Hombre, hijo mío!

Rudyard Kipling

If” incluido en “Rewards and Fairies” (1910).

 

If

If you can keep your head when all about you
Are losing theirs and blaming it on you;
If you can trust yourself when all men doubt you,
But make allowance for their doubting too:
If you can wait and not be tired by waiting,
Or being lied about, don’t deal in lies,
Or being hated don’t give way to hating,
And yet don’t look too good, nor talk too wise;

If you can dream—and not make dreams your master;
If you can think—and not make thoughts your aim,
If you can meet with Triumph and Disaster
And treat those two impostors just the same:
If you can bear to hear the truth you’ve spoken
Twisted by knaves to make a trap for fools,
Or watch the things you gave your life to, broken,
And stoop and build ‘em up with worn-out tools;

If you can make one heap of all your winnings
And risk it on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings
⁠And never breathe a word about your loss:
If you can force your heart and nerve and sinew
To serve your turn long after they are gone,
And so hold on when there is nothing in you
⁠Except the Will which says to them: ‘Hold on!’

If you can talk with crowds and keep your virtue,
Or walk with Kings—nor lose the common touch,
If neither foes nor loving friends can hurt you,
If all men count with you, but none too much:
If you can fill the unforgiving minute
With sixty seconds’ worth of distance run,
Yours is the Earth and everything that’s in it,
⁠And—which is more—you’ll be a Man, my son!

 

El hombre imaginario – Un poema de Nicanor Parra

El chileno Nicanor Parra se consideraba un antipoeta, lo cual no deja de ser paradójico, puesto que está considerado como uno de los mejores poetas de nuestro tiempo. Aunque lo cierto es que esa definición le va como anillo al dedo, ya que su estilo irreverente y directo fue toda una revolución y para muestra, su antipoema La montaña rusa, donde expone claramente cual es su visión de la poesía: “Durante medio siglo/la poesía fue/el paraíso del tonto solemne/hasta que vine yo/y me instalé con mi montaña rusa./Suban, si les parece./Claro que yo no respondo si bajan/Echando sangre por boca y narices”. Toda una declaración de intenciones que deja muy claro que Parra no era un poeta al uso.

Su poesía es demoledora y anárquica, llena de crítica y denuncia social. Profunda y melancólica unas veces, sarcástica y divertida otras y casi siempre construida con estructuras inusuales. Quizá esta búsqueda de nuevas estructuras, fue consecuencia de su formación como matemático y físico o quizá fue su afán por democratizar la poesía y hacerla más accesible a personas de distinto nivel sociocultural. Lo cierto es que Parra tuvo éxito innovando y creando algo original. Personaje de gran cultura, librepensador y ecologista, llevaba el arte en la sangre, ya que provenía de una familia de artistas, entre los que destacó su hermana Violeta, cantautora y folclorista de gran renombre.

El poema que os presento hoy, es uno de los que más me gustan de toda su producción. Me parece un poema melancólico y profundo, en el que todo parece ser imaginario, salvo dos cosas. Leyéndolo podemos visualizar al hombre imaginario, podemos dejarnos llevar e imaginar todo lo que nos describe el autor, pero hay algo que no es imaginario y eso lo podemos sentir muy profundamente, ahí radica la magia de este poema. Espero que lo disfrutéis.

 

“L’heureux donateur”1966, por René Magritte, Musée d’Ixelles.

El hombre imaginario

El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios.

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario.

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario.

– Nicanor Parra

El hombre imaginario” incluido en “Hojas de Parra” (1985).

 

Piedra de sol – Un poema de Octavio Paz

Piedra de sol es el título de este poema surrealista de Octavio Paz que os presento hoy. Toma su nombre del calendario mexica y consta de 584 endecasílabos, el mismo número que días tarda el planeta Venus (Quetzalcoatl) en realizar la conjunción con el Sol (Tonaiuth). Es un poema extenso y circular que parece imitar la rotación de dicho planeta.

Se pueden hacer múltiples interpretaciones sobre su significado ya que este texto es infinito e inagotable y de seguro se puede descubrir algo nuevo con cada lectura. Algunas de esas interpretaciones son: El amor, la mujer, la memoria, los sueños o la búsqueda del “yo” en la otredad. Pero a mí lo que más me ha resonado es el tratamiento del tiempo. Un tiempo que parece detenido en un instante infinito. El poeta consigue atraparnos en el poema que al ser circular, actúa como un vórtice del que no podemos escapar. Esa condición circular del poema parece hablarnos también del eterno retorno, esa idea que postula que el tiempo es circular y que a diferencia de la visión cíclica del tiempo, no existen ciclos ni nuevas combinaciones, sino que los mismos acontecimientos se repiten en el mismo orden, una y otra y otra vez, sin ninguna posibilidad de cambio. De esta forma, podemos asumir que todo lo ocurrido y lo que ocurre, ya ha ocurrido y será así por toda la eternidad. Nietzsche va aún más allá, declarando que no solo los acontecimientos se repiten, sino también las ideas, pensamientos y sentimientos. Esto me hace pensar que si todos repetimos nuestras vidas una y otra vez, yo ya había escrito este artículo y tú lector, ya lo habías leído y lo volverás a leer infinitas veces. Todas las vidas y lineas temporales deben estar solapadas, todo debe estar ocurriendo simultáneamente en un único bucle eterno. De ser así, el universo es la creación de un demiurgo retorcido.

También me ha resonado mucho la búsqueda del instante; el encuentro consigo mismo, ese instante donde todos los tiempos convergen y donde habita el ser genuino. Un ser despojado de todas las máscaras que muestra su verdadero rostro y esencia y que por ello queda anclado a la infinitud de ese instante. Otra constante a lo largo del poema, es la búsqueda del tiempo poético. Ese instante en el que poeta, poesía y lector se funden y se crea algo relevante e infinito. Piedra de sol esta cargado de imágenes nítidas y poderosas que dan sentido trascendente a la obra. El propio autor en su ensayo El arco y la lira nos dice a este respecto: << la imagen es una frase en la que la pluralidad de significados no desaparece… La imagen se explica a sí misma. Nada, excepto ella, puede decir lo que quiere decir. Sentido e imagen son la misma cosa. Un poema no tiene más sentido que sus imágenes.>> Así podemos entender que el poema mediante sus imágenes nos transmite una especie de revelación, el lenguaje poético nos hace recordar nuestra condición paradójica. Nos hace recordar lo que hemos olvidado, nuestra verdadera esencia. Quizá esto explique lo que se siente cuando un poema nos resuena y sentimos algo fugaz, una “revelación” que por un instante nos hace sentir que hemos conectado con algo inmenso, pero que nos hace sentir extraños a la vez. Algo que nuestra mente racional es incapaz de procesar porque no puede entenderlo. Quizá las imágenes poéticas sean una llave maestra que abra y active resortes en nuestro inconsciente. Quién sabe…

Reconozco que me resulta muy complicado hablar de poesía, porque es como desnudarse. Incluso a veces ni siquiera encuentro las palabras para definir ese fugaz momento que he vivido, pero ya veis que da mucho juego para divagar. Así que os animo a que me dejéis vuestras opiniones y sensaciones después de leer el poema. Por cierto, os recomiendo que la primera lectura sea del tirón para que os dejéis llevar por su ritmo mesmerizante. Piedra de sol es todo un monumento y una obra maestra de la lengua española.

Piedra de sol

Un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
un caminar tranquilo
de estrella o primavera sin premura,
agua que con los párpados cerrados
mana toda la noche profecías,
unánime presencia en oleaje,
ola tras ola hasta cubrirlo todo,
verde soberanía sin ocaso
como el deslumbramiento de las alas
cuando se abren en mitad del cielo,

un caminar entre las espesuras
de los días futuros y el aciago
fulgor de la desdicha como un ave
petrificando el bosque con su canto
y las felicidades inminentes
entre las ramas que se desvanecen,
horas de luz que pican ya los pájaros,
presagios que se escapan de la mano,

una presencia como un canto súbito,
como el viento cantando en el incendio,
una mirada que sostiene en vilo
al mundo con sus mares y sus montes,
cuerpo de luz filtrado por un ágata,
piernas de luz, vientre de luz, bahías,
roca solar, cuerpo color de nube,
color de día rápido que salta,
la hora centellea y tiene cuerpo,
el mundo ya es visible por tu cuerpo,
es transparente por tu transparencia,

voy entre galerías de sonidos,
fluyo entre las presencias resonantes,
voy por las transparencias como un ciego,
un reflejo me borra, nazco en otro,
oh bosque de pilares encantados,
bajo los arcos de la luz penetro
los corredores de un otoño diáfano,

voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia
la sangre sus misterios paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide
en dos mitades de color durazno,
un paraje de sal, rocas y pájaros
bajo la ley del mediodía absorto,

vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño de esos ojos,
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños,

tu falda de maíz ondula y canta,
tu falda de cristal, tu falda de agua,
tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido,

voy por tu talle como por un río,
voy por tu cuerpo como por un bosque,
como por un sendero en la montaña
que en un abismo brusco se termina
voy por tus pensamientos afilados
y a la salida de tu blanca frente
mi sombra despeñada se destroza,
recojo mis fragmentos uno a uno
y prosigo sin cuerpo, busco a tientas,

corredores sin fin de la memoria,
puertas abiertas a un salón vacío
donde se pudren todos lo veranos,
las joyas de la sed arden al fondo,
rostro desvanecido al recordarlo,
mano que se deshace si la toco,
cabelleras de arañas en tumulto
sobre sonrisas de hace muchos años,

a la salida de mi frente busco,
busco sin encontrar, busco un instante,
un rostro de relámpago y tormenta
corriendo entre los árboles nocturnos,
rostro de lluvia en un jardín a obscuras,
agua tenaz que fluye a mi costado,

busco sin encontrar, escribo a solas,
no hay nadie, cae el día, cae el año,
caigo en el instante, caigo al fondo,
invisible camino sobre espejos
que repiten mi imagen destrozada,
piso días, instantes caminados,
piso los pensamientos de mi sombra,
piso mi sombra en busca de un instante,

busco una fecha viva como un pájaro,
busco el sol de las cinco de la tarde
templado por los muros de tezontle:
la hora maduraba sus racimos
y al abrirse salían las muchachas
de su entraña rosada y se esparcían
por los patios de piedra del colegio,
alta como el otoño caminaba
envuelta por la luz bajo la arcada
y el espacio al ceñirla la vestía
de un piel más dorada y transparente,

tigre color de luz, pardo venado
por los alrededores de la noche,
entrevista muchacha reclinada
en los balcones verdes de la lluvia,
adolescente rostro innumerable,
he olvidado tu nombre, Melusina,
Laura, Isabel, Perséfona, María,
tienes todos los rostros y ninguno,
eres todas las horas y ninguna,
te pareces al árbol y a la nube,
eres todos los pájaros y un astro,
te pareces al filo de la espada
y a la copa de sangre del verdugo,
yedra que avanza, envuelve y desarraiga
al alma y la divide de sí misma,

escritura de fuego sobre el jade,
grieta en la roca, reina de serpientes,
columna de vapor, fuente en la peña,
circo lunar, peñasco de las águilas,
grano de anís, espina diminuta
y mortal que da penas inmortales,
pastora de los valles submarinos
y guardiana del valle de los muertos,
liana que cuelga del cantil del vértigo,
enredadera, planta venenosa,
flor de resurrección, uva de vida,
señora de la flauta y del relámpago,
terraza del jazmín, sal en la herida,
ramo de rosas para el fusilado,
nieve en agosto, luna del patíbulo,
escritura del mar sobre el basalto,
escritura del viento en el desierto,
testamento del sol, granada, espiga,

rostro de llamas, rostro devorado,
adolescente rostro perseguido
años fantasmas, días circulares
que dan al mismo patio, al mismo muro,
arde el instante y son un solo rostro
los sucesivos rostros de la llama,
todos los nombres son un solo nombre
todos los rostros son un solo rostro,
todos los siglos son un solo instante
y por todos los siglos de los siglos
cierra el paso al futuro un par de ojos,

no hay nada frente a mí, sólo un instante
rescatado esta noche, contra un sueño
de ayuntadas imágenes soñado,
duramente esculpido contra el sueño,
arrancado a la nada de esta noche,
a pulso levantado letra a letra,
mientras afuera el tiempo se desboca
y golpea las puertas de mi alma
el mundo con su horario carnicero,

sólo un instante mientras las ciudades,
los nombres, lo sabores, lo vivido,
se desmoronan en mi frente ciega,
mientras la pesadumbre de la noche
mi pensamiento humilla y mi esqueleto,
y mi sangre camina más despacio
y mis dientes se aflojan y mis ojos
se nublan y los días y los años
sus horrores vacíos acumulan,

mientras el tiempo cierra su abanico
y no hay nada detrás de sus imágenes
el instante se abisma y sobrenada
rodeado de muerte, amenazado
por la noche y su lúgubre bostezo,
amenazado por la algarabía
de la muerte vivaz y enmascarada
el instante se abisma y se penetra,
como un puño se cierra, como un fruto
que madura hacia dentro de sí mismo
y a sí mismo se bebe y se derrama
el instante translúcido se cierra
y madura hacia dentro, echa raíces,
crece dentro de mí, me ocupa todo,
me expulsa su follaje delirante,
mis pensamientos sólo son su pájaros,
su mercurio circula por mis venas,
árbol mental, frutos sabor de tiempo,

oh vida por vivir y ya vivida,
tiempo que vuelve en una marejada
y se retira sin volver el rostro,
lo que pasó no fue pero está siendo
y silenciosamente desemboca
en otro instante que se desvanece:

frente a la tarde de salitre y piedra
armada de navajas invisibles
una roja escritura indescifrable
escribes en mi piel y esas heridas
como un traje de llamas me recubren,
ardo sin consumirme, busco el agua
y en tus ojos no hay agua, son de piedra,
y tus pechos, tu vientre, tus caderas
son de piedra, tu boca sabe a polvo,
tu boca sabe a tiempo emponzoñado,
tu cuerpo sabe a pozo sin salida,
pasadizo de espejos que repiten
los ojos del sediento, pasadizo
que vuelve siempre al punto de partida,
y tú me llevas ciego de la mano
por esas galerías obstinadas
hacia el centro del círculo y te yergues
como un fulgor que se congela en hacha,
como luz que desuella, fascinante
como el cadalso para el condenado,
flexible como el látigo y esbelta
como un arma gemela de la luna,
y tus palabras afiladas cavan
mi pecho y me despueblan y vacían,
uno a uno me arrancas los recuerdos,
he olvidado mi nombre, mis amigos
gruñen entre los cerdos o se pudren
comidos por el sol en un barranco,

no hay nada en mí sino una larga herida,
una oquedad que ya nadie recorre,
presente sin ventanas, pensamiento
que vuelve, se repite, se refleja
y se pierde en su misma transparencia,
conciencia traspasada por un ojo
que se mira mirarse hasta anegarse
de claridad:
yo vi tu atroz escama,
Melusina, brillar verdosa al alba,
dormías enroscada entre las sábanas
y al despertar gritaste como un pájaro
y caíste sin fin, quebrada y blanca,
nada quedó de ti sino tu grito,
y al cabo de los siglos me descubro
con tos y mala vista, barajando
viejas fotos:
no hay nadie, no eres nadie,
un montón de ceniza y una escoba,
un cuchillo mellado y un plumero,
un pellejo colgado de unos huesos,
un racimo ya seco, un hoyo negro
y en el fondo del hoyo los dos ojos
de una niña ahogada hace mil años,

miradas enterradas en un pozo,
miradas que nos ven desde el principio,
mirada niña de la madre vieja
que ve en el hijo grande un padre joven,
mirada madre de la niña sola
que ve en el padre grande un hijo niño,
miradas que nos miran desde el fondo
de la vida y son trampas de la muerte
¿o es al revés: caer en esos ojos
es volver a la vida verdadera?,

¡caer, volver, soñarme y que me sueñen
otros ojos futuros, otra vida,
otras nubes, morirme de otra muerte!
esta noche me basta, y este instante
que no acaba de abrirse y revelarme
dónde estuve, quién fui, cómo te llamas,
cómo me llamo yo:
¿hacía planes
para el verano? y todos los veranos?
en Christopher Street, hace diez años,
con Filis que tenía dos hoyuelos
donde bebían luz los gorriones?,
¿por la Reforma Carmen me decía
“no pesa el aire, aquí siempre es octubre”,
o se lo dijo a otro que he perdido
o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,
¿caminé por la noche de Oaxaca,
inmensa y verdinegra como un árbol,
hablando solo como el viento loco
y al llegar a mi cuarto? ¿siempre un cuarto?
no me reconocieron los espejos?,
¿desde el hotel Vernet vimos al alba
bailar con los castaños? “ya es muy tarde”
decías al peinarte y yo veía
manchas en la pared, sin decir nada?,
¿subimos juntos a la torre, vimos
caer la tarde desde el arrecife?
¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos
gardenias en Perote?,
nombres, sitios,
calles y calles, rostros, plazas, calles,
estaciones, un parque, cuartos solos,
manchas en la pared, alguien se peina,
alguien canta a mi lado, alguien se viste,
cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos,

Madrid, 1937,
en la Plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo,
torres hendidas, frentes esculpidas
y el huracán de los motores, fijo:
los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y recobrarnos,
recobrar nuestra herencia arrebatada
por ladrones de vida hace mil siglos,
los dos se desnudaron y besaron
porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son invulnerables,
nada las toca, vuelven al principio,
no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
oh ser total…
cuartos a la deriva
entre ciudades que se van a pique,
cuartos y calles, nombres como heridas,
el cuarto con ventanas a otros cuartos
con el mismo papel descolorido
donde un hombre en camisa lee el periódico
o plancha una mujer; el cuarto claro
que visitan las ramas de un durazno;
el otro cuarto: afuera siempre llueve
y hay un patio y tres niños oxidados;
cuartos que son navíos que se mecen
en un golfo de luz; o submarinos:
el silencio se esparce en olas verdes,
todo lo que tocamos fosforece;
mausoleos de lujo, ya roídos
los retratos, raídos los tapetes;
trampas, celdas, cavernas encantadas,
pajareras y cuartos numerados,
todos se transfiguran, todos vuelan,
cada moldura es nube, cada puerta
da al mar, al campo, al aire, cada mesa
es un festín; cerrados como conchas
el tiempo inútilmente los asedia,
no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio,
abre la mano, coge esta riqueza,
corta los frutos, come de la vida,
tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!,

todo se transfigura y es sagrado,
es el centro del mundo cada cuarto,
es la primera noche, el primer día,
el mundo nace cuando dos se besan,
gota de luz de entrañas transparentes
el cuarto como un fruto se entreabre
o estalla como un astro taciturno
y las leyes comidas de ratones,
las rejas de los bancos y las cárceles,
las rejas de papel, las alambradas,
los timbres y las púas y los pinchos,
el sermón monocorde de las armas,
el escorpión meloso y con bonete,
el tigre con chistera, presidente
del Club Vegetariano y la Cruz Roja,
el burro pedagogo, el cocodrilo
metido a redentor, padre de pueblos,
el Jefe, el tiburón, el arquitecto
del porvenir, el cerdo uniformado,
el hijo predilecto de la Iglesia
que se lava la negra dentadura
con el agua bendita y toma clases
de inglés y democracia, las paredes
invisibles, las máscaras podridas
que dividen al hombre de los hombres,
al hombre de sí mismo,
se derrumban
por un instante inmenso y vislumbramos
nuestra unidad perdida, el desamparo
que es ser hombres, la gloria que es ser hombres
y compartir el pan, el sol, la muerte,
el olvidado asombro de estar vivos;

amar es combatir, si dos se besan
el mundo cambia, encarnan los deseos,
el pensamiento encarna, brotan alas
en las espaldas del esclavo, el mundo
es real y tangible, el vino es vino,
el pan vuelve a saber, el agua es agua,
amar es combatir, es abrir puertas,
dejar de ser fantasma con un número
a perpetua cadena condenado
por un amo sin rostro;
el mundo cambia
si dos se miran y se reconocen,
amar es desnudarse de los nombres:
“déjame ser tu puta”, son palabras
de Eloísa, mas él cedió a las leyes,
la tomó por esposa y como premio
lo castraron después;
mejor el crimen,
los amantes suicidas, el incesto
de los hermanos como dos espejos
enamorados de su semejanza,
mejor comer el pan envenenado,
el adulterio en lechos de ceniza,
los amores feroces, el delirio,
su yedra ponzoñosa, el sodomita
que lleva por clavel en la solapa
un gargajo, mejor ser lapidado
en las plazas que dar vuelta a la noria
que exprime la substancia de la vida,
cambia la eternidad en horas huecas,
los minutos en cárceles, el tiempo
en monedas de cobre y mierda abstracta;

mejor la castidad, flor invisible
que se mece en los tallos del silencio,
el difícil diamante de los santos
que filtra los deseos, sacia al tiempo,
nupcias de la quietud y el movimiento,
canta la soledad en su corola,
pétalo de cristal en cada hora,
el mundo se despoja de sus máscaras
y en su centro, vibrante transparencia,
lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,
se contempla en la nada, el ser sin rostro
emerge de sí mismo, sol de soles,
plenitud de presencias y de nombres;

sigo mi desvarío, cuartos, calles,
camino a tientas por los corredores
del tiempo y subo y bajo sus peldaños
y sus paredes palpo y no me muevo,
vuelvo donde empecé, busco tu rostro,
camino por las calles de mí mismo
bajo un sol sin edad, y tú a mi lado
caminas como un árbol, como un río
caminas y me hablas como un río,
creces como una espiga entre mis manos,
lates como una ardilla entre mis manos,
vuelas como mil pájaros, tu risa
me ha cubierto de espumas, tu cabeza
es un astro pequeño entre mis manos,
el mundo reverdece si sonríes
comiendo una naranja,
el mundo cambia
si dos, vertiginosos y enlazados,
caen sobre las yerba: el cielo baja,
los árboles ascienden, el espacio
sólo es luz y silencio, sólo espacio
abierto para el águila del ojo,
pasa la blanca tribu de las nubes,
rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,
perdemos nuestros nombres y flotamos
a la deriva entre el azul y el verde,
tiempo total donde no pasa nada
sino su propio transcurrir dichoso,

no pasa nada, callas, parpadeas
(silencio: cruzó un ángel este instante
grande como la vida de cien soles),
¿no pasa nada, sólo un parpadeo?
y el festín, el destierro, el primer crimen,
la quijada del asno, el ruido opaco
y la mirada incrédula del muerto
al caer en el llano ceniciento,
Agamenón y su mugido inmenso
y el repetido grito de Casandra
más fuerte que los gritos de las olas,
Sócrates en cadenas” (el sol nace,
morir es despertar: “Critón, un gallo
a Esculapio, ya sano de la vida”),
el chacal que diserta entre las ruinas
de Nínive, la sombra que vio Bruto
antes de la batalla, Moctezuma
en el lecho de espinas de su insomnio,
el viaje en la carretera hacia la muerte
?el viaje interminable mas contado
por Robespierre minuto tras minuto,
la mandíbula rota entre las manos?,
Churruca en su barrica como un trono
escarlata, los pasos ya contados
de Lincoln al salir hacia el teatro,
el estertor de Trotsky y sus quejidos
de jabalí, Madero y su mirada
que nadie contestó: ¿por qué me matan?,
los carajos, los ayes, los silencios
del criminal, el santo, el pobre diablo,
cementerio de frases y de anécdotas
que los perros retóricos escarban,
el delirio, el relincho, el ruido obscuro
que hacemos al morir y ese jadeo
que la vida que nace y el sonido
de huesos machacados en la riña
y la boca de espuma del profeta
y su grito y el grito del verdugo
y el grito de la víctima…
son llamas
los ojos y son llamas lo que miran,
llama la oreja y el sonido llama,
brasa los labios y tizón la lengua,
el tacto y lo que toca, el pensamiento
y lo pensado, llama el que lo piensa,
todo se quema, el universo es llama,
arde la misma nada que no es nada
sino un pensar en llamas, al fin humo:
no hay verdugo ni víctima…
¿y el grito
en la tarde del viernes?, y el silencio
que se cubre de signos, el silencio
que dice sin decir, ¿no dice nada?,
¿no son nada los gritos de los hombres?,
¿no pasa nada cuando pasa el tiempo?

no pasa nada, sólo un parpadeo
del sol, un movimiento apenas, nada,
no hay redención, no vuelve atrás el tiempo,
los muerto están fijos en su muerte
y no pueden morirse de otra muerte,
intocables, clavados en su gesto,
desde su soledad, desde su muerte
sin remedio nos miran sin mirarnos,
su muerte ya es la estatua de su vida,
un siempre estar ya nada para siempre,
cada minuto es nada para siempre,
un rey fantasma rige sus latidos
y tu gesto final, tu dura máscara
labra sobre tu rostro cambiante:
el monumento somos de una vida
ajena y no vivida, apenas nuestra,

¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,
¿cuando somos de veras lo que somos?,
bien mirado no somos, nunca somos
a solas sino vértigo y vacío,
muecas en el espejo, horror y vómito,
nunca la vida es nuestra, es de los otros,
la vida no es de nadie, ¿todos somos
la vida? pan de sol para los otros,
¿los otros todos que nosotros somos?,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,
la vida es otra, siempre allá, más lejos,
fuera de ti, de mí, siempre horizonte,
vida que nos desvive y enajena,
que nos inventa un rostro y lo desgasta,
hambre de ser, oh muerte, pan de todos,

Eloísa, Perséfona, María,
muestra tu rostro al fin para que vea
mi cara verdadera, la del otro,
mi cara de nosotros siempre todos,
cara de árbol y de panadero,
de chofer y de nube y de marino,
cara de sol y arroyo y Pedro y Pablo,
cara de solitario colectivo,
despiértame, ya nazco:
vida y muerte
pactan en ti, señora de la noche,
torre de claridad, reina del alba,
virgen lunar, madre del agua madre,
cuerpo del mundo, casa de la muerte,
caigo sin fin desde mi nacimiento,
caigo en mí mismo sin tocar mi fondo,
recógeme en tus ojos, junta el polvo
disperso y reconcilia mis cenizas,
ata mis huesos divididos, sopla
sobre mi ser, entiérrame en tu tierra,
tu silencio dé paz al pensamiento
contra sí mismo airado;
abre la mano,
señora de semillas que son días,
el día es inmortal, asciende, crece,
acaba de nacer y nunca acaba,
cada día es nacer, un nacimiento
es cada amanecer y yo amanezco,
amanecemos todos, amanece
el sol cara de sol, Juan amanece
con su cara de Juan cara de todos,

puerta del ser, despiértame, amanece,
déjame ver el rostro de este día,
déjame ver el rostro de esta noche,
todo se comunica y transfigura,
arco de sangre, puente de latidos,
llévame al otro lado de esta noche,
adonde yo soy tú somos nosotros,
al reino de pronombres enlazados,

puerta del ser: abre tu ser, despierta,
aprende a ser también, labra tu cara,
trabaja tus facciones, ten un rostro
para mirar mi rostro y que te mire,
para mirar la vida hasta la muerte,
rostro de mar, de pan, de roca y fuente,
manantial que disuelve nuestros rostros
en el rostro sin nombre, el ser sin rostro,
indecible presencia de presencias . . .

quiero seguir, ir más allá, y no puedo:
se despeñó el instante en otro y otro,
dormí sueños de piedra que no sueña
y al cabo de los años como piedras
oí cantar mi sangre encarcelada,
con un rumor de luz el mar cantaba,
una a una cedían las murallas,
todas las puertas se desmoronaban
y el sol entraba a saco por mi frente,
despegaba mis párpados cerrados,
desprendía mi ser de su envoltura,
me arrancaba de mí, me separaba
de mi bruto dormir siglos de piedra
y su magia de espejos revivía
un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:

— Octavio Paz

Piedra de sol”, escrito en 1957 e incluido en su poemario “Libertad bajo palabra” (1960).

Tabaquería – Un poema de Fernando Pessoa

Tabaquería es uno de los poemas más deslumbrantes del siempre poliédrico, Fernando Pessoa. Escrito en 1928 bajo la máscara de su heterónimo Álvaro de Campos, nos encontramos ante un poema que destila pesimismo a raudales. Pero también ante un ejercicio de introspección muy profundo y poderoso.

Porque aunque el tono del poema es derrotista y depresivo, ya desde el inicio nos podemos dar cuenta de que esta escrito de una manera sublime, construido con versos demoledores y acompañado de certeras metáforas, en las que Pessoa relaciona lo metafísico con lo cotidiano de una manera magistral. El poeta consigue hacernos partícipes de su dolor y de su sensación de fracaso, pero al final, todo ello actúa como un artefacto catártico. Esto me recuerda a Autopsicografía, otro de sus grandes poemas: “El poeta es un fingidor/Finge tan completamente,/que hasta finge que es dolor,/el dolor que en verdad siente./Y quienes leen lo que escribe,/sienten, en el dolor leído,/no los dos que el poeta vive,/sino aquél que no han tenido.”

Todos nos hemos sentido así en algún momento de nuestras vidas y quizá no encontramos las palabras para expresarlo, suerte que tenemos poetas como Pessoa, que transmutan sentires en palabras. Pero no quiero extenderme más, os dejo con esta joya en la soberbia traducción de Octavio Paz.

“Retrato de Fernando Pessoa” (1964) de José Almada Negreiros, Museu Calouste Gulbenkian, Lisboa.

 

Tabaquería

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe quién son
(y si lo supiesen, ¿qué sabrían?)
Ventanas que dan al misterio de una calle cruzada constantemente por la gente,
calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
con el de la muerte que traza manchas húmedas en las paredes,
con el del destino que conduce al carro de todo por la calle de nada.

Hoy estoy convencido como si supiese la verdad,
lúcido como si estuviese por morir
y no tuviese más hermandad con las cosas que la de una despedida,
y la hilera de trenes de un convoy desfila frente a mí
y hay un largo silbido
dentro de mi cráneo
y hay una sacudida en mis nervios y crujen mis huesos en la arrancada.

Hoy estoy perplejo, como quien pensó y encontró y olvidó,
hoy estoy dividido entre la lealtad que debo
a la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

Fallé en todo.
Como no tuve propósito alguno tal vez todo fue nada.
Lo que me enseñaron
lo eché por la ventana del traspatio.
Ayer fui al campo con grandes propósitos.
encontré sólo hierbas y árboles
y la gente que había era igual a la otra.
Dejo la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?

¿Qué puedo saber de lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser esas mismas cosas que no podemos ser tantos!

¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se creen en sueños genios como yo
y la historia no recordará, ¿quién sabe?, ni uno,
y sólo habrá un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En tantos manicomios hay tantos locos con tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna ¿puedo estar en lo cierto?
No, en mí no creo.
¿En cuántas buhardillas y no-buhardillas del mundo
genios-para-sí-mismos a esta hora están soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, de veras altas y nobles y lúcidas-
quizá realizables,
no verán nunca la luz del sol real ni llegarán a oídos de la gente?

El mundo es para los que nacieron para conquistarlo
no para los que sueñan que pueden conquistarlo, aunque tengan razón.
He soñado más que todas las hazañas de Napoleón.
He abrazado en mi pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto más filosofías que las escritas por ningún Kant.
Pero soy y seré siempre el de la buhardilla,
aunque no viva en ella.
Seré siempre el que no nació para eso.
Seré siempre sólo el que tenía algunas cualidades,
seré siempre el que aguardó que le abrieran la puerta frente a un muro que no tenía puerta,
el que cantó el cántico del Infinito en un gallinero,
el que oyó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? Ni en mí ni en nada.
Derrame la naturaleza su sol y su lluvia
sobre mi ardiente cabeza y que su viento me despeine
y después que venga lo que viniere o tiene que venir o no ha de venir.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos al mundo antes de levantarnos de la cama;
nos despertamos y se vuelve opaco;
salimos a la calle y se vuelve ajeno,
es la tierra y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(Come chocolates, muchacha,
¡Come chocolates!
Mira que no hay metafísica en el mundo como los chocolates,
mira que todas las religiones enseñan menos que la confitería.
¡Come, sucia muchacha, come!
¡Si yo pudiese comer chocolates con la misma verdad con que tú los comes!
Pero yo pienso y al arrancar el papel de plata, que es de estaño,
echo por tierra todo, mi vida misma.)

Queda al menos la amargura de lo que nunca seré,
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico que mira hacia lo imposible.
Al menos me otorgo a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble al menos por el gesto amplio con que arrojo,
sin prenda, la ropa sucia que soy al tumulto del mundo
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú que consuelas y no existes, y por eso consuelas,
Diosa griega, estatua engendrada viva,
patricia romana, imposible y nefasta,
princesa de los trovadores, escotada marquesa del dieciocho,
cocotte célebre del tiempo de nuestros abuelos,
o no sé cual moderna -no acierto bien la cual-
sea lo que seas y la que seas, ¡si puedes inspirar, inspírame!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco,
me invoco a mí mismo y nada aparece.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, la acera, veo los coches que pasan,
veo los entes vivos vestidos que pasan,
veo los perros que también existen,
y todo esto me parece una condena a la degradación
y todo esto, como todo, me es ajeno.)

Viví, estudié, amé y hasta tuve fe.
Hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por ser él y no yo.

En cada uno veo el andrajo, la llaga y la mentira.
y pienso: tal vez nunca viviste, ni estudiaste, ni amaste, ni creíste
(Porque es posible dar realidad a todo esto sin hacer nada de todo esto.)
Tal vez has existido apenas como la lagartija a la que cortan el rabo
Y el rabo salta, separado del cuerpo.

Hice conmigo lo que no sabía hacer.
Y no hice lo que podía.
El disfraz que me puse no era el mío.
Creyeron que yo era el que no era, no los desmentí y me perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
la tenía pegada a la cara.
Cuando la arranqué y me vi en el espejo,
estaba desfigurado.
Estaba borracho, no podía entrar en mi disfraz.
Lo acosté y me quedé afuera,
Dormí en el guardarropa
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo.
Voy a escribir este cuento para probar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como cosa que yo hice
y no encontrarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente:
Pisan los pies la conciencia de estar existiendo
como un tapete en el que tropieza un borracho
o la esterilla que se roban los gitanos y que no vale nada.

El Dueño de la Tabaquería aparece en la puerta y se instala contra la puerta.
Con la incomodidad del que tiene el cuello torcido,
con la incomodidad de un alma torcida, lo veo.
El morirá y yo moriré.
El dejará su rótulo y yo dejaré mis versos.
En un momento dado morirá el rótulo y morirán mis versos.
Después, en otro momento, morirán la calle donde estaba pintado el rótulo
y el idioma en que fueron escritos los versos.
Después morirá el planeta gigante donde pasó todo esto.
En otros planetas de otros sistemas algo parecido a la gente
continuará haciendo cosas parecidas a versos,
parecidas a vivir bajo un rótulo de tienda,
siempre una cosa frente a otra cosa,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan cierto como el misterio de la superficie,
siempre ésta o aquella cosa o ni una cosa ni la otra.

Un hombre entra a la Tabaquería (¿para comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me enderezo a medias, enérgico, convencido, humano,
y se me ocurren estos versos en que diré lo contrario.

Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarro la libertad de todos los pensamientos.
Fumo y sigo al humo con mi estela,
y gozo, en un momento sensible y alerta,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es el resultado de una indisposición.
y después de esto me reclino en mi silla
y continúo fumando.
Seguiré fumando hasta que el destino lo quiera.

(Si me casase con la hija de la lavandera
quizá sería feliz).
Visto esto, me levanto. Me acerco a la ventana.
El hombre sale de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo del pantalón?),
ah, lo conozco, es Estevez, que ignora la metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería aparece en la puerta).
Movido por un instinto adivinatorio, Estevez se vuelve y me reconoce;
me saluda con la mano y yo le grito ¡Adiós, Estevez! y el universo
se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza
y el Dueño de la tabaquería sonríe.

– Fernando Pessoa

”Tabacaria” (1928).

 

Un poema de Eugenio Montejo

Para celebrar el Día Mundial de la Poesía, me gustaría compartir con vosotros y vosotras un poema de unos de mis poetas favoritos; el venezolano Eugenio Montejo. Este poema me parece uno de los homenajes más bellos a la poesía. Así que simplemente os lo voy a dejar aquí, sin comentarlo ni nada, para que lo disfrutéis a vuestra manera.

Un saludo y feliz día.

 

LA POESÍA

La poesía cruza la tierra sola,
apoya su voz en el dolor del mundo
y nada pide
–ni siquiera palabras.

Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;
tiene la llave de la puerta.
Al entrar siempre se detiene a mirarnos.
Después abre su mano y nos entrega
una flor o un guijarro, algo secreto,
pero tan intenso que el corazón palpita
demasiado veloz. Y despertamos.

– Eugenio Montejo.

La poesía” incluido en su poemario “Adiós al siglo XX” (1992).