Rudyard Kipling, idolatrado por unos, vilipendiado por otros. Probablemente uno de los mejores escritores de todos los tiempos, premio Nobel de literatura en 1907, pero también acusado de imperialista y racista. Autor de novelas como Kim y El libro de la selva y de magistrales relatos como El hombre que pudo ser rey, La litera fantasma, La marca de la bestia o La historia más bella del mundo. Precisamente su fama de gran cuentista ha ensombrecido su obra poética, poemas como Gunga Din, Mandalay o Si, tienen una calidad fuera de toda duda, aunque es cierto que Kipling fue un poeta poco convencional, más bien se podría decir que fue autor de grandes versos y baladas.
Volviendo al tema de su racismo e imperialismo, pienso que Kipling fue un hombre contradictorio y también un hombre de su tiempo. El creía ciegamente en los valores del imperio y en la misión civilizadora que supuestamente realizaba éste. No podemos olvidar que nació en la India y la veía a través de los ojos de un blanco, pero la comprendía bastante mejor que muchos. No creo que fuera un racista, estaba acostumbrado a relacionarse con gente de toda clase, etnia y credo. Nunca se dió aires de grandeza, es más, siempre estuvo del lado de la gente de a pie y de los soldados que se dejaban la vida en guerras provocadas por políticos cobardes. No obstante creo que su fe ciega en el imperio sí que le hizo equivocarse en sus planteamientos políticos, pero acertó en lo esencial, sabía que la India, un conglomerado de etnias, acabaría descendiendo al caos sin el control de los británicos, como así sucedió (aunque es cierto que los británicos hicieron mucho por provocar ese caos en su retirada). También denunció en cierto modo el racismo de los afrikaners en Sudáfrica, previendo el apartheid.
Era antidemócrata, pero no fascista, de hecho fue de los primeros en denunciar las políticas de los nazis y vaticinar la destrucción que desencadenarían. Fue incluso amigo personal del rey Jorge V, pero nunca aceptó honores oficiales. Si ensalzó las virtudes del Imperio británico fue porque él había nacido en la periferia, no en la metrópoli, donde medraron los políticos elitistas a los que detestaba. Así como Conrad denunció la brutalidad y la maldad del colonialismo, Kipling se limitaba a contar la vida cotidiana de hombres y mujeres que intentaban levantar una estructura social y económica, que ellos creían legítima y buena para todos, aunque nosotros hoy sabemos que no lo fue.
Kipling fue un hombre solitario, extremadamente culto y nada idealista. Su formación como periodista le hizo ver la realidad descarnada del mundo que le rodeaba y la contaba sin miramientos. Sus últimos años de vida fueron duros y amargos, sobre todo tras la muerte de su único hijo en la Primera Guerra Mundial. Por cierto fue precisamente a su hijo a quien le dedicó el poema que os presento hoy.
Lo cierto es que hay dos Rudyard Kipling, el artista al que admiro y la persona que quizá no sea tan admirable. Pero como dije antes, es producto de su tiempo y en cierto modo, creo que disfrutaba siendo tan controvertido y agresivo en sus opiniones. En definitiva, una paradoja viviente, pero… ¿quién no lo es?.
Si (If) es su poema más famoso. Escrito originalmente en 1895, fue publicado por primera vez en 1910 en el libro infantil Rewards and Fairies. Es un poema que siempre me ha parecido muy inspirador, un gran ejemplo de estoicismo victoriano. Una época en la que aún eran importantes ideales como la virtud y el honor. Si bien es cierto que el personaje que lo inspiró: Leander Starr Jameson y más concretamente su incursión o golpe de estado contra la República de Transvaal en 1895, provocando a la larga la Segunda Guerra Anglo-Boer, quizá careciera de cierta “virtud”, aunque la prensa de la época lo consideró un hecho heroico.
Como dato curioso se puede señalar que el escritor indio Khushwant Singh consideraba el poema “la esencia del mensaje del Bhagavad Gītā”. Por otra parte los versos: “Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre, / y tratar a esos dos impostores de la misma manera”, aparecen en la entrada de jugadores de la pista central de Wimbledon.
Si
Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor
la pierden y te culpan a ti.
Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti,
pero también toleras que tengan dudas.
Si puedes esperar y no cansarte de la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no incurres en el odio.
Y aun así no te las das de bueno ni de sabio.
Si puedes soñar sin que los sueños te dominen;
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;
Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre,
y tratar a esos dos impostores de la misma manera.
Si puedes soportar oír la verdad que has dicho,
tergiversada por villanos para engañar a los necios.
O ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida,
y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas.
Si puedes apilar todas tus ganancias
y arriesgarlas a una sola jugada;
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes forzar tu corazón, y tus nervios y tendones,
a cumplir con tus objetivos mucho después de que estén agotados,
y así resistir cuando ya no te queda nada
salvo la Voluntad, que les dice: «¡Resistid!».
Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud.
O caminar junto a reyes, sin menospreciar por ello a la gente común.
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.
Si todos pueden contar contigo, pero ninguno en exceso.
Si puedes llenar el implacable minuto,
con sesenta segundos de diligente labor
Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y —lo que es más—: ¡serás un Hombre, hijo mío!
– Rudyard Kipling
”If” incluido en “Rewards and Fairies” (1910).
If
If you can keep your head when all about you
Are losing theirs and blaming it on you;
If you can trust yourself when all men doubt you,
But make allowance for their doubting too:
If you can wait and not be tired by waiting,
Or being lied about, don’t deal in lies,
Or being hated don’t give way to hating,
And yet don’t look too good, nor talk too wise;
If you can dream—and not make dreams your master;
If you can think—and not make thoughts your aim,
If you can meet with Triumph and Disaster
And treat those two impostors just the same:
If you can bear to hear the truth you’ve spoken
Twisted by knaves to make a trap for fools,
Or watch the things you gave your life to, broken,
And stoop and build ‘em up with worn-out tools;
If you can make one heap of all your winnings
And risk it on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings
And never breathe a word about your loss:
If you can force your heart and nerve and sinew
To serve your turn long after they are gone,
And so hold on when there is nothing in you
Except the Will which says to them: ‘Hold on!’
If you can talk with crowds and keep your virtue,
Or walk with Kings—nor lose the common touch,
If neither foes nor loving friends can hurt you,
If all men count with you, but none too much:
If you can fill the unforgiving minute
With sixty seconds’ worth of distance run,
Yours is the Earth and everything that’s in it,
And—which is more—you’ll be a Man, my son!