El hombre imaginario – Un poema de Nicanor Parra

El chileno Nicanor Parra se consideraba un antipoeta, lo cual no deja de ser paradójico, puesto que está considerado como uno de los mejores poetas de nuestro tiempo. Aunque lo cierto es que esa definición le va como anillo al dedo, ya que su estilo irreverente y directo fue toda una revolución y para muestra, su antipoema La montaña rusa, donde expone claramente cual es su visión de la poesía: “Durante medio siglo/la poesía fue/el paraíso del tonto solemne/hasta que vine yo/y me instalé con mi montaña rusa./Suban, si les parece./Claro que yo no respondo si bajan/Echando sangre por boca y narices”. Toda una declaración de intenciones que deja muy claro que Parra no era un poeta al uso.

Su poesía es demoledora y anárquica, llena de crítica y denuncia social. Profunda y melancólica unas veces, sarcástica y divertida otras y casi siempre construida con estructuras inusuales. Quizá esta búsqueda de nuevas estructuras, fue consecuencia de su formación como matemático y físico o quizá fue su afán por democratizar la poesía y hacerla más accesible a personas de distinto nivel sociocultural. Lo cierto es que Parra tuvo éxito innovando y creando algo original. Personaje de gran cultura, librepensador y ecologista, llevaba el arte en la sangre, ya que provenía de una familia de artistas, entre los que destacó su hermana Violeta, cantautora y folclorista de gran renombre.

El poema que os presento hoy, es uno de los que más me gustan de toda su producción. Me parece un poema melancólico y profundo, en el que todo parece ser imaginario, salvo dos cosas. Leyéndolo podemos visualizar al hombre imaginario, podemos dejarnos llevar e imaginar todo lo que nos describe el autor, pero hay algo que no es imaginario y eso lo podemos sentir muy profundamente, ahí radica la magia de este poema. Espero que lo disfrutéis.

 

“L’heureux donateur”1966, por René Magritte, Musée d’Ixelles.

El hombre imaginario

El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios.

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario.

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario.

– Nicanor Parra

El hombre imaginario” incluido en “Hojas de Parra” (1985).

 

Tres pinturas de René Magritte

Hace tiempo que medito sobre cómo puedo ampliar los horizontes de esta web, hasta ahora solo he comentado libros, pero me siento estancado y la falta de variedad me aburre, de ahí mi poca actividad reciente. Así que he decidido hablar de otros temas que me apasionan, como la pintura y para comenzar, no se me ocurre mejor manera que comentar tres pinturas de uno de mis artistas favoritos; René Magritte.

No soy ningún experto en arte, así que no voy a cometer la osadía de comentar los aspectos técnicos de estas pinturas, más bien voy a intentar plasmar en palabras las sensaciones que me inspira su contemplación, sensaciones por otra parte siempre cambiantes e interesantes en un plano introspectivo.

Siempre me ha fascinado el hecho de que cuando observamos una pintura, la entendemos a varios niveles, el principal es el visual, nos puede gustar o no, eso es cuestión de gusto, pero el arte tiene la capacidad de activar resortes en nuestra mente que van más allá de lo meramente visual, una pintura nos puede gustar a simple vista pero a la vez perturbarnos profundamente o puede no gustarnos estéticamente y sin embargo proporcionarnos cierta sensación agradable o directamente no decirnos ni hacernos sentir nada. Supongo que todo depende de la percepción, del contexto sociocultural del observador, de su estado de ánimo o de si tiene o no sensibilidad artística.

Pero creo que hay un nivel todavía más profundo y es un nivel en el que se entrelazan la intención del artista al crear la obra y nuestras sensaciones y emociones más personales. Se crea una especie de lenguaje inconsciente propio e inteligible solo para nosotros, pero que quizá sea el que nos comunique con el artista, el que conecte con sus emociones. Al final, una pintura, una escultura, un libro o una sinfonía musical, son espejos en los que se enfrentan el creador y el observador, espejos donde también nos observamos a nosotros mismos partiendo de la experiencia del otro, pero siempre permeada por la nuestra.

Quizá sea ese lenguaje propio que nos permite analizarnos de manera inconsciente, el que hace que cuando quieras explicar qué te ha hecho sentir una obra de arte, te resulte difícil hacerlo, puesto que es algo tan críptico que no encuentres palabras. Quizá este lenguaje que subyace más en lo inconsciente y en lo puramente subjetivo y personal, un lenguaje en el que se entremezclan lo emotivo y lo sensorial, sea el verdadero lenguaje del arte, y es con este lenguaje con el que quiero intentar hablaros hoy, cuando analice estas tres obras de René Magritte que tanto me gustan.

Surrealismo cotidiano.

Magritte me atrae porque su arte es muy particular, su surrealismo es distinto al de sus coetáneos, no necesita crear criaturas salidas del mundo onírico ni paisajes extraños para expresar sus ideas, su surrealismo es muy cotidiano, toma elementos simples y los transgrede totalmente, nos invita a desafiar la realidad de lo común, es además de pintor, un poeta y un filósofo de las imágenes.
En “La traición de las imágenes” una de sus pinturas más famosas, nos presenta una pipa y nos dice que no es una pipa, lo cual es cierto porque no es una pipa, es la imagen de una pipa, una idea que no es el objeto en sí, pero también es una pipa, aunque nadie podría fumar en esa pipa, por lo tanto no lo es… podríamos seguir así horas debatiendo, atrapados en este bucle infernal, Magritte no solo juega con las imágenes, sabe del poder del lenguaje y lo usa inteligentemente, por ello no titula sus obras al azar.

Sus pinturas representan objetos y situaciones normales: una manzana, un pájaro, una casa iluminada por una farola, una puerta o un hombre con sombrero, pero realmente ¿estamos viendo lo que creemos que estamos viendo?. Da la sensación de que Magritte nos invita a observar con la mirada de un niño, una mirada para la que todo es nuevo y nada ha sido aún asimilado ni nombrado, un mundo virgen en el que lo extraño y mágico también tiene cabida y en el que las leyes naturales y la percepción son susceptibles de ser transgredidas y distorsionadas constantemente. Me recuerda mucho a Borges y a Cortázar en su facilidad para introducir y normalizar lo imposible en la vida cotidiana y viceversa.
En definitiva, Magritte nos invita a que cuestionemos la realidad, ya que nunca podemos estar seguros totalmente de lo que estamos viendo, quiere que dudemos de la realidad para poder redescubrirla y para ello es mejor dejarse llevar e imaginar, él habla con su propio lenguaje críptico-visual y del observador depende conectar y entenderlo o no.

Para no ser reproducido (1937).

Esta obra, también conocida como Reproducción prohibida me fascina, recuerdo que la primera vez que la vi, me quedé impresionado por la idea de un espejo que reflejara lo irreflejable, que no nos permitiera nunca observarnos de frente. Es una pintura falsamente realista, hay un espejo, un libro de Edgar Allan Poe y un hombre mirándose, todo muy realista, pero es ese mismo espejo el que distorsiona la realidad, la falsea. Todo se refleja tal y como esperamos salvo el hombre, es inquietante y fascinante a la vez. Si para nosotros es impactante, imaginemos que puede sentir el protagonista, que no solo no puede verse reflejado, sino que ve lo que vería si tuviera un espejo a su espalda. Perturbador cuando menos.
El título también es ciertamente evocador, nos dice que no hay reproducción posible, paradójicamente mostrándonos a la vez la importancia y la irrelevancia del “yo”, con un reflejo denegado y una prohibición.
Magritte destruye la realidad con un simple espejo que actúa como metáfora de que realmente en esta vida, todo son reflejos, opiniones o influencias, que además parten de un punto de vista subjetivo, por lo tanto no existe lo genuino, no se puede reproducir lo que no existe, de ahí el título.
Cuando nos miramos a un espejo y éste nos devuelve el reflejo, realmente lo que vemos es un “yo”condicionado por nuestra experiencia vital, por la idea que tenemos de nosotros mismos y la que creemos que otros tienen de nosotros y también por nuestros complejos, percepciones, prejuicios… Creo que nunca podemos vernos tal y como somos realmente, nunca podemos ver nuestra verdadera esencia, porque esa esencia es irreproducible.

La voz del espacio (1931).

Lo primero que me vino a la cabeza al ver esta pintura fue: OVNIS, el título incluso tiene ecos alienígenas. Después descubrí que esas esferas son cascabeles y me parece curioso que sean estos objetos tan inocuos y ruidosos los que estén representados, porque para mí, esta pintura proyecta un silencio ensordecedor. Parecen tres esferas que han aparecido de la nada y que han distorsionado el tiempo y el espacio de tal manera, que todo se ha congelado y esa sensación de inmovilidad es perturbadora, como la calma antes de la tormenta. Además hay un gran contraste entre ese paisaje tan verde y la luminosidad del cielo, con esas esferas plateadas tan ominosas y en cierto modo amenazantes. No sé cuál era la intención de Magritte a la hora de pintar este cuadro, pero a mí me deja una sensación de desasosiego.

Existen al menos otras tres versiones de esta pintura, una de ellas es todavía más perturbadora, puesto que es una escena nocturna, las esferas se recortan difusamente contra un cielo negro y parecen aún más enigmáticas y amenazantes.

 

Los misterios del horizonte (1955).

También conocida como La obra maestra, es mi pintura favorita de MagritteEs muy enigmática, en ella aparecen sus archiconocidos hombres con sombrero, pero en esta pintura tengo la sensación de que los tres son el mismo personaje, que aunque comparten espacio, son de realidades o dimensiones distintas, pero que se han solapado. También el hecho de que todos encaren direcciones distintas y que tengan la misma media luna sobre sus cabezas, acrecienta la sensación de extrañeza y de que existen en dimensiones paralelas, no siendo además conscientes de la existencia de sus “dobles”.
Me parece una forma muy ingeniosa de representar simultáneamente tres dimensiones idénticas pero ligeramente distintas.

 

Lo cierto es que se me han quedado varias cosas en el tintero, pero es difícil plasmar con palabras ciertas emociones y sensaciones, así que quizá lo deje para otras reseñas.  Y a vosotros… ¿qué os ha parecido? ¿qué habéis experimentado al observar estas pinturas?. Podéis dejarme un comentario aquí o en la página de Facebook o en Instagram, serán siempre bien recibidos.