¿Una guerra de magos? De un elemento como Aleister Crowley uno se lo puede esperar, pero cuesta más creer que uno de los poetas más reputados del siglo XX como fue William Butler Yeats, estuviera metido en estos fregados. Pero sí amigos, al irlandés también le iba la marcha “mágica” y lo curioso es que poca gente sabe que usaba esta magia para inspirarse y dar forma a su poesía.
La era de la magia.
Desde mediados del siglo XIX hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, occidente vivió una época de efervescencia ocultista sin par en la historia. Las sociedades secretas de corte esotérico y las nuevas doctrinas aparecieron como hongos por todo el hemisferio, cuyos epicentros eran París, Londres y Berlín, atrayendo a multitud de personajes, algunos de ellos muy relevantes para el devenir de la historia que estaba aún por escribirse.
La búsqueda de la iluminación.

Entre toda esta pléyade de sociedades, la que lo “petaba” era Helena Blavatsky con su teosofía, que promulgaba que el conocimiento de Dios se podía alcanzar sin necesidad de una revelación divina, vamos, un “háztelo tú mismo” en toda regla. La ucraniana se convirtió en una celebridad gracias a sus enseñanzas y a su aura de misticismo sobrenatural, aunque para otros tan solo fue una charlatana más. Sea como fuere, sus doctrinas influyeron de alguna manera en Crowley y Yeats, cimentando su fe en lo oculto.
Un amanecer dorado.
En 1887, tres francmasones fundaron la Orden Hermética de la Aurora Dorada, una sociedad secreta dedicada al estudio y practica de la magia, ocultismo, cábala y fenómenos paranormales entre otras cosas. Se organizaba jerárquicamente como una logia masónica y pronto atrajo a varias celebridades de la época como Arthur Conan Doyle, Arthur Machen, Bram Stoker, Maud Gonne o Arthur Edward Waite y por supuesto a nuestros dos protagonistas, que accedieron a la misma bajo los pseudónimos de “Frater Perdurabo” (Crowley) y “Demon est Deus Inversus” (Yeats) y aquí es cuando la cosa empieza a ponerse interesante e inverosímil.
Odio a muerte.
¿Qué suele pasar cuando hay muchos gallos en un corral? Pues que se acaban matando entre ellos. Esto es lo que pasaba con estos dos personajes. Crowley era un tipo muy turbio, le gustaba usar sus poderes para hacer el mal y satisfacer sus instintos mas bajos, vamos, que le iba la magia negra. Todo lo contrario que a Yeats que era un devoto estudioso y creía que la magia podía ser un catalizador que potenciara su imaginación y le permitiera conectar con sus daimones de una manera continua, algo parecido a tener un pase VIP a ese océano lleno de imágenes del inconsciente colectivo del que hablaba Jung.
Envidias y desprecios varios.

Por si fuera poco Crowley se sentía despreciado artísticamente por Yeats. En su biografía cuenta como en una ocasión le presentó su último libro de poemas y el irlandés, que era un poco prepotente, los leyó por encima y le trató con mucha condescendecia. Lo cierto es que a Crowley se le daba mejor escandalizar y hacer el mal que escribir. Para mi gusto su ficción no es que sea de una alta calidad a excepción de El testamento de Magdalen Blair, uno de los cuentos más terroríficos que he leído. Así que las cosas empezaron a ponerse feas cuando Crowley quiso ser iniciado en el núcleo de la orden, donde podría tener acceso al conocimiento secreto. Yeats y otros pensaron que con sus malas artes podía provocar una catástrofe, así que decidieron pararle los pies.
La batalla de Blythe Road (1900).
Ya hemos llegado al meollo de la historia. Crowley enterado de que sus compañeros no le iban a dejar iniciarse, decide tomar por asalto el templo de Isis-Urania de la orden en Hammersmith, Londres. Instruido por uno de los fundadores, vestido de escocés y armado con sus “armas mágicas” entró en las dependencias lanzando conjuros y haciendo el símbolo del pentáculo invertido con las manos, mientras recorría el edificio con el objetivo de conquistar el sanctasanctórum, donde le esperaban Yeats y otros dos magos blancos, que por toda magia usaron su pies para patear a Crowley escaleras abajo, hasta que huyó.
Un intento de “magicidio” frustrado.

Crowley no se dio por vencido y pronto Londres estuvo bajo su oscura influencia, infestándola mediante misas negras y corrompiendo a inocentes, como la artista Althea Gyles a la que hechizó con sus malas artes. Gyles que era amiga de Yeats, acudió a éste para que le ayudara; el irlandés le dijo que solo necesitaba un poco de sangre del mago negro para crear un hechizo que la liberara y de paso destruir a Crowley. La joven solo pudo conseguir un pelo, pero bastó para crear el conjuro y durante nueve noches Crowley sufrió la visita de una especie de súcubo que lo paralizaba y le succionaba la sangre, sin que ni siquiera sus hechizos pudieran invertir la situación. Crowley, en vista que se le iba la vida acudió a otro brujo en busca de ayuda y éste le dijo que esa misma noche cuando se manifestara el vampiro, debía agarrarlo por el cuello y asfixiarlo hasta que desapareciera, siguió su consejo y se libró por los pelos del “magicidio”. Ciertamente una historia de lo más fascinante e inverosímil.
Conclusión.
Tras este episodio nuestros dos protagonistas no volvieron a cruzar espadas. Yeats siguió estudiando magia y perfeccionado su poesía hasta alcanzar niveles sublimes. Además de contribuir a la independencia de su Irlanda natal, fue condecorado con el Nobel de literatura en 1923. Por su parte Crowley, siempre envuelto en escándalos, se auto-proclamó “La gran bestia 666”. Creó su propia religión: Thelema, cuya máxima es “Haz tu voluntad: será toda la ley”. Ejerció de espía entre otros menesteres y con el paso de los años se convirtió en todo un icono de algunos movimientos esotéricos New Age. En definitiva, dos grandes magos, cada uno en lo suyo.
Hasta aquí la entrada de hoy, espero que os hayáis divertido con esta curiosa historia de magia y luchas de poder, que más parece sacada de El señor de los anillos o de Harry Potter que de la vida real.
Por cierto, hay otra versión de la historia que cuenta que lo único que hizo Crowley fue acudir una mañana temprano al templo, cambiar todas las cerraduras e incluir su nombre en la lista de los iniciados. Aunque un par de días después Yeats y compañía hablaron con el casero que les alquilaba el edificio y volvieron a cambiar las cerraduras, amenazando a Crowley con acciones legales si no se retiraba, tras lo cual éste no volvió a intentarlo. Es una historia menos divertida, pero nunca sabremos cuál de las dos fue la real.
¡Espero vuestros comentarios!.
2 comentarios en «Aleister Crowley vs W. B. Yeats – Guerra de magos»
Increíble. Totalmente inverosímil. Me imagino que en la realidad se trataba únicamente de una lucha por popularidad sin más, pero quién sabe… Por lo demás, genial, salseo intelectual jajajaja! Ya estoy deseando leer el siguiente post!!
Naiara! Gracias por tu comentario! Si, probablemente era más una lucha de egos que otra cosa, pero bueno con este disfraz mágico la historia tiene como una mística especial.