Caronte – Un cuento de Lord Dunsany

Podría decir muchas cosas sobre Lord Dunsany, pero me las voy a guardar para un futuro post que estoy escribiendo sobre su obra. Pero aparte de ofreceros como aperitivo este breve cuento suyo, titulado Caronte, os diré que fue uno de los precursores del género fantástico. Maestro del que bebieron escritores más famosos como Tolkien o Lovecraft. Y creador de mitologías y mundos maravillosos de una riqueza y onirismo inigualables. Las obras de Dunsany son para imaginar y soñar sin límite. Y es que este aristócrata irlandés solo escribía sobre lo que soñaba y lo plasmaba en el papel con estilo exquisito.

Sin más preámbulos os dejo con Caronte, el barquero del Hades.

“La barca de Caronte” (1919) de Josep Benlliure y Gil, Museo de Bellas Artes de Valencia.

Caronte

Caronte se inclinó hacia delante y remó. Todas las cosas eran una con su cansancio.

Para él no era una cuestión de años o de siglos, sino de ilimitados flujos de tiempo, y una antigua pesadez y un dolor en los brazos que se habían convertido en parte de un plan creado por los dioses para él y en un pedazo de eternidad.

Si los dioses le hubieran enviado un viento contrario, habría dividido todo el tiempo en su memoria en dos fragmentos iguales.

Tan gris resultaba siempre todo donde él estaba, que si algún resplandor perduraba un momento entre los muertos, en el rostro de alguna reina como Cleopatra, sus ojos no podrían haberlo percibido.

Era extraño que actualmente los muertos estuvieran llegando en tales cantidades. Llegaban a miles cuando acostumbraban a llegar a cincuentenas. No era obligación ni deseo de Caronte considerar el porqué de estas cosas en su alma gris. Caronte se inclinó hacia adelante y remó.

Entonces nadie vino por un tiempo. No era habitual que los Dioses no enviaran a nadie desde la Tierra por aquel espacio de tiempo. Pero los Dioses saben.

Entonces un hombre llegó solo. Y la pequeña sombra se sentó estremeciéndose en el solitario banco y el gran bote zarpó. Solo un pasajero; los dioses saben. Y el gran y cansado Caronte remó una y otra vez junto al pequeño, silencioso y tembloroso espíritu.

Y el sonido del río era como un poderoso suspiro lanzado por Ezis en el inicio de los tiempos, y que no pudo morir como los ecos del dolor humano que se apagan en las colinas terrestres, sino que era tan antiguo como el tiempo y el dolor en los brazos de Caronte.

Entonces, por el gris y tranquilo río, el bote llegó a la costa de Dis y la pequeña sombra, aún estremeciéndose, puso pie en tierra, y Caronte viró el bote para regresar fatigosamente al mundo. Entonces habló la pequeña sombra, que había sido un hombre.

-Soy el último -dijo.

Nunca nadie antes había hecho sonreír a Caronte, nunca nadie antes lo había hecho llorar.

Lord Dunsany

Charon” incluido en la colección de relatos “Fifty-one Tales”(1915).