Acabo de releer Bartleby, el escribiente por tercera o cuarta vez en mi vida, una narración que me sigue fascinando como la primera vez y en la que sigo encontrando matices e interpretaciones distintas con cada lectura.
Es un relato muy interesante que creo, merece un buen análisis en profundidad y lo cierto es que para analizarlo podría hablar de las implicaciones filosóficas, psicológicas y sociales que he encontrado, podría hablar de la rebeldía de un hombre ante la sociedad, podría hablar de soledad, de depresión o de locura, también podría hablar de que quizá sea una proyección inconformista del autor o de los paralelismos que existen entre Bartleby y el narrador/empleador como si ambos fueran reflejos especulares o dobles psicológicos.
También podría hablar del efecto que produce el comportamiento de Bartleby en su jefe, que se devana los sesos intentando comprenderle pero sin conseguirlo, porque carece de las herramientas para ello.
Podría decir que la pasividad de Bartleby puede ser una denuncia ante un sistema que se dedica a usar a los individuos como si fueran máquinas, una especie de resistencia pasiva no muy bien vista en un sistema económico que necesita de la productividad y efectividad del trabajador, para obtener beneficios a cualquier precio a costa del tiempo vital del individuo.
Podría hablar de que esa resistencia pasiva es impensable e incluso perjudicial, ya que genera el rechazo de la mayoría, alienada y educada para servir y trabajar sin pensar mucho, ni cuestionarse nada y que esa rebeldía puede tener consecuencias en un sistema que castiga al librepensador.
Quizá Melville sintiera algo de todo esto cuando escribió el relato en 1853, quizá ya vislumbraba esa alienación y la abominación en la que se iba a convertir el capitalismo.
Podría aventurar que Bartleby quizá sea la personificación del último hombre libre, incluso podría hablar de la atmósfera absurda que envuelve a la narración y que me hace pensar que podría haberlo firmado el mismísimo Kafka, ya que me recuerda a su relato Un artista del hambre o al Wakefield de Nathaniel Hawthorne.
Podría hablar de muchas cosas pero… Preferiría no hacerlo.
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