Carolina Grau – Carlos Fuentes


¿Quién o qué es Carolina Grau? Esta es la pregunta que me he hecho al acabar esta breve colección de relatos fantásticos del mexicano Carlos Fuentes.
Relatos entretejidos de manera sutil por este personaje que vaga por ellos como fantasma, pensamiento, protagonista, recuerdo, obsesión… Se podría decir que es un recurso usado por el autor para conectar las historias, pero en el fondo es algo más, es un símbolo. Símbolo de las dos constantes que se repiten a lo largo de la obra: La sensación de encierro y la búsqueda de la libertad. Y es ahí donde la figura evanescente de Carolina Grau actúa de catalizador, ya que ella representa el movimiento perpetuo y la libertad. No está atada a ningún plano espacio temporal, puesto que lo mismo es una bióloga mexicana o una amante furtiva en Sevilla, como se aparece en un pueblito de la Marche en Italia o acoge a un desertor de las tropas de Hernán Cortés en las selvas de México. Pero su recuerdo o presencia de alguna manera también contribuye al encierro de los personajes, así que se podría decir que es un ser paradójico, una especie de daimón.

«El carcelero tiene su carcelero y éste al suyo y así al infinito. Tú y yo somos los eslabones finales de una larga cadena de sumisiones. Así está ordenado el mundo, mi joven amigo. ¿Hay otra salida?».

Fuentes confesaba a propósito de esta obra que quiso escribir sobre un mundo cerrado, ya que «Estamos encerrados en nuestro propio cuerpo al fin y al cabo, estamos encerrados en nuestra condición, en nuestra ciudad, en nuestra política, en nuestra nación; estamos encerrados en el mundo». Es una premisa muy valida, aunque yo debo discrepar en que aunque estamos encerrados en esta realidad que habitamos, siempre queda un reducto de libertad dentro de cada uno de nosotros; nuestra imaginación. Claro está que la imaginación también puede contribuir a nuestro encierro si enfocamos nuestros pensamientos en esa dirección, pero lo cierto es que la imaginación es inagotable y cada uno de nosotros puede crear innumerables microcosmos dentro de este macrocosmos en el que existimos. Las posibilidades son infinitas.

No sólo se sirve el autor de Carolina Grau para contar las historias, si no que además los argumentos son notables e interesantes. Entre los ocho relatos podríamos destacar una versión alternativa de El conde de Montecristo, una mujer que da a luz un niño que brilla como el oro, un joven que aparece en un pueblo extraño en el que todos los habitantes parecen esperarlo, un conquistador español que encuentra un templo olmeca perdido en la selva o las obsesiones y anhelos del gran poeta italiano Giacomo Leopardi… todos los cuentos tienen, a pesar de su condición onírica y confusa, algo de especial, algo que engancha y que mantiene en vilo. Por supuesto Carlos Fuentes no se lo pone nunca fácil al lector y demanda que sea este último el que rellene los huecos que deja en las historias, ya que a veces la narración es fragmentaria y poco concluyente. Pero esto lo hace aún más interesante, puesto que el lector está obligado a dejar vagar su imaginación para completar los hechos. Otra cosa a destacar son los lugares donde transcurren las historias, son parte importante de la sensación de encierro que tienen los protagonistas de cada relato. Son escenarios extraños que parecen arrancados directamente de sueños y pesadillas.

En resumen: ocho cuentos cortos que bien podrían ser una novela, ya que todos se conectan sutilmente entre sí y un final demoledor, el del último relato del libro, en el que el círculo se cierra de manera magistral.

«Los hechos son inasibles. Nunca sabemos si lo que ocurre está ocurriendo, ya ocurrió o está por ocurrir».

 

Nota: La foto de la cabecera pertenece al castillo de If, la prisión donde transcurre parte de la novela de El conde de Montecristo.